El Grinch deja de lado ese odio y amargura justo después de una pandemia y donde la tristeza ha envuelto al mundo.
Ahora, el ser verde y de mal carácter recorre rincones donde hace falta llevar sonrisas, amor y regalos.
Acompañado de Santa Clos, este personaje atípico de pelaje canino en el rostro se convierte en toda bondad para visitar orfanatos y casas de retiro.
“Yo tuve una niñez complicada, me abandonaron un 24 de diciembre en un pueblito llamado VillaQuién y sufrí un constante acoso por parte de los demás niños, me hacían bullying y eso fue sembrando mucho rencor en mi ser, me convertí en algo que sólo buscaba hacer daño”.
“Pero ahora las cosas cambiaron, vivimos en un mundo donde cada vez estamos más solos, no nos solidarizamos y preferimos sumirnos en nuestras redes sociales sólo para burlarnos de los demás”, platicó.
Y en ese recorrido que hace con Santa, el corazón y el alma se le purifica con las sonrisas de agradecimiento de los infantes, quienes reciben un detalle.
Cuando el Grinch era gruñón, estaba solo
Cuando era un gruñón y lleno de rencor por sus traumas en la infancia, vivía solo, únicamente lo acompañaba su mascota, evitaba cualquier contacto con la gente… así es, un encierro que ahora experimentó la sociedad a nivel mundial.
“Es difícil vivir sin contacto con los demás, poco a poco te vas desesperando. Admiro mucho a toda la gente que supo combatir el encierro, la depresión, la soledad. No es fácil ser un ermitaño”.
“El contacto con el prójimo es necesario para no perder la razón, para no convertirte en lo que yo era. Creo que ahora es momento de valorar a las amistadas, a la familia, al vecino. Imaginen si en lugar de estar peleando y criticando mejor fuéramos más empáticos, todos estaríamos más a gusto en esta vida”, destacó.
Y a su lado está ese hombre regordete que millones de niños aman, que esperan verlo o, por lo menos, recibir un regalo suyo la Noche Buena.
La fábrica de regalos
Han sido meses complicados, dos años difíciles para Santa Clos, pues además de tener que frenar la fábrica de regalos y mandar a casa a sus millones de duendes que laboran con él, debe de tratar de llevar un momento de paz a los hogares de todo el planeta.
El rostro de Santa cambia y de sus ojos surge una lágrima, se queda pensativo y confiesa que se siente impotente al no poder cumplir lo que muchos niños desean, pero sobre todo una petición especial.
“Sabemos que por la pandemia y la enfermedad hubo muchas personas que se fueron al cielo. A mí me duele mucho cuando los niños me piden que les traiga de nuevo a sus papás, a su hermano o abuelito que murió por Covid”.
“Me han llegado muchas, muchas cartas pidiendo ese bonito deseo, pero lo que puedo hacer es echarles un polvito mágico cuando duermen para que puedan hablar con ellos, son sueños maravillosos los que les regalo”, suspiró y recordó que tenía que ir a un lugar de la tierra a buscar esos polvos especiales.
Tiene la fábrica de juguetes más grande del mundo en el Polo Norte y le ayudan los duendes, aunque los padres aportan su granito de arena, porque cada vez son más niños en el mundo.
Los niños olvidan los juguetes
El hombre de rojo y sonrisa sonora comenta que los niños han cambiado mucho, que poco a poco se han olvidado de los juguetes, ahora se divierten más con la tecnología.
“Los niños ya no quieren juguetes comunes, ahora me piden video juegos, tabletas y celulares. Los aparatos tecnológicos han adquirido mayor popularidad. Eso me da un poco de tristeza, porque lo tradicional se va olvidando”.
“Eso sí, quiero confesar que tanto yo como los duendes tenemos que estudiar y tomar cursos de tecnología, ya aprendimos a hacer teléfonos celulares, computadoras, tenemos a los duendes expertos en video juegos. Tenemos que actualizarnos para cumplir”, respondió el gran Santa.
Antes de despedirse para dar los últimos detalles a su trabajo, Santa Clos y El Grinch piden algo a los niños.
“Que sean felices, que solo se preocupen por estudiar y portarse bien, Por algo se porta mal un pequeño, no actúan nada más porque sí, quizá no tiene la atención suficiente”.
Labor social y amorosa de el Grinch
El Grinch ya no roba la Navidad, ni los regalos, ahora, visita cada año los refugios infantiles de menores maltratados, orfanatos o casas de retiro para adultos mayores.
Para el personaje verde, lo importante no son los regalos, es compartir tiempo y brindarle un poco de cariño a quienes no tienen la fortuna de pasar unas fiestas con algún familiar, porque desafortunadamente los han abandonado a su suerte.
“Desde hace unos años decidimos realizar estas visitas. Te llenan el alma y la vida recibir tanto amor de los niños y gente que necesita compañía. La mayoría de las ocasiones de rompen el corazón y se te salen las lágrimas”.
“Creo que, si todos nos tomáramos un tiempo de visitar estas casas, nos sentiríamos mejor y valoraríamos lo que tenemos. Por lo menos pensaríamos más las cosas antes de humillar a otros”, reflexionó el personaje.
Además de visitar a las personas más vulnerables, el Grinch, junto con Santa Clos, llevan música y regalos.
No importa la distancia que deban de recorrer, incluso se les puede ver en el Estado de México, Hidalgo, Oaxaca, Veracruz o hasta Chiapas.
“No importa hasta dónde tengamos que ir, si nos invitan vamos con tal de verlos sonreír. Es curioso, tanto los niños como los viejitos te regalan las sonrisas más sinceras y bellas”.
Redes verdes
El Grinch tiene un representante en México, al cual le pueden pedir que busque a este duende para saludarlo.
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ASME
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