Hincados sobre el petate, los novios se tomaban de las manos mientras sus padres realizaban el “amarre” del rebozo y el gabán, que representa la unión de dos seres que se aman.
Esto fue parte del ritual que se llevó a cabo durante la boda ancestral de Marleni Izquierdo Díaz y Jorge Izquierdo Santín, oriundos de la comunidad indígena de San Cristóbal Huichochitlán, ubicada en la zona norte del municipio de Toluca.
Tras cuatro años de conocerse, la pareja decidió casarse de esta forma para retomar las costumbres de su pueblo.
“No lo hacemos como si fuera una obra de teatro. Quisimos traer lo de antes a nuestro presente. Retomar nuestras costumbres. Queremos que el significado sea el mismo en el pasado y en el presente”, dijo Jorge.
La ceremonia comenzó dos horas antes, cuando el sonido del violín y las guitarras anunció la llegada de los novios Y de un predio enlonado, salieron las abuelas a recibirlos con humo del copal como testigos de esta celebración sagrada.
Bodas ancestrales del pueblo otomí de #Toluca aún se realizan; sagradas y simbólicas
— La Jornada Estado de México (@JornadaEdomex) January 18, 2022
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En las bodas otomíes, se monta un altar para agradecer a los cuatro elementos: la tierra, el fuego, el agua y el aire. En él se colocan tres canastas llenas de simbolismo y bendiciones para el matrimonio y su descendencia.
En uno de los canastos se colocaron plantas medicinales para pedir por la salud de la nueva familia, otro contenía fruta, para que su trabajo rinda frutos. En el tercer canasto había pan de fiesta, para que al matrimonio no le falte el alimento de cada día. Así como miel, vino, chocolate y azúcar, para que dure su felicidad y alegría.
Con sahumerio en mano, un guía recibió a Marleni y Jorge y entonces comenzaron los rezos.
El gran ritual
En el ritual de la boda indígena todo es vida y movimiento. Con las manos hacia el cielo, los novios e invitados saludaron a los cuatro puntos cardinales al ritmo de música otomí, y bajo los sonidos del caracol y el tambor.
La pequeña hija, los padres y abuelos participaron en la danza. Como testigos principales de la unión se les colocó una corona y un collar de flores, que los distinguía del resto de los invitados.
Los novios se miraban y sonreían, mientras los padrinos les colocaron un lazo de flores y después los papás se encargaron de hacer el amarre. Posteriormente, a ella se le entregó un molcajete y a él un ayate que representan las herramientas que no les deben de faltar para realizar su función dentro del hogar.
Juan Izquierdo Robles, jefe Supremo indígena del Valle de Toluca, destacó que las bodas ancestrales son una tradición milenaria que aún se preservan en la comunidad otomí asentada en la zona norte del municipio.
Y mientras entregaban un documento a los novios para certificar la unión, resaltó que este enlace matrimonial tiene mucho valor a nivel jurídico.
La boda ancestral otomí está cargada de simbolismo. El humo del sahumerio, por ejemplo, son los rezos que se dirigen a los rumbos donde se encuentra el creador. El collar de flores que se le puso a los novios significa la palabra, la verdad, lo sagrado. El petate el tejido social y el pulque la alegría, explicó el guía Miguel Mireles.
Tras recibir los consejos y bendiciones de los abuelos y autoridades tradicionales, los novios brindan con los invitados y comienza el festín: mole, tamales y tortillas hechas a mano.
Otras de las costumbres, de las bodas, es el baile del guajolote, que se lleva a cabo durante la fiesta.
ASME
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