Ante el dolor inmenso e inexplicable
uno se mete bajo la lluvia de sus propios ojos,
se moja y se regodea en la posibilidad de renacer
un nuevo universo emerge desde el llanto,
uno se baña y se purifica,
uno sabe que después de un bautizo de esos,
no será la misma persona,
nuevos nombres nos significarán,
seremos fénix…
Paloma Cuevas R.
Malitzin 2022
Hace algunos días tuve el gusto de platicar con la poeta, columnista, economista, traductora y ensayista – entre otras tantas cosas – Kyra Galván Haro, autora de “La visión de Malitzin”, un libro concebido bajo la mirada de una mujer que comprende a otra mujer a cinco siglos de su existencia.
A la solicitud de escribir sobre alguna figura del México prehispánico, Kyra Galván respondió con este proyecto que: “no fue nada fácil,” en sus propias palabras, dedicando 4 años de su vida para conseguir generar un retrato cercano.
Tratar de desmenuzar la existencia de una mujer que vivió hace más de 500 años por medio de una minuciosa labor de investigación histórica puede resultar frustrante, por decir lo menos, Kyra Galván se encontró con la falta de información al respecto, – a pesar de todo lo que se ha escrito sobre la conquista, – tan solo un par de cartas de relatoría escritas por Hernán Cortés la mencionan y es Bernal Díaz del Castillo quien pone un mayor énfasis en su existencia y utilidad para las intenciones de los recién llegados.
Imaginar un mundo que ahora nos resulta completamente lejano e inexistente es labor de orfebrería.
Galván Haro cuenta la historia de esta mujer extraordinaria a partir de 1522, al término de la guerra de conquista, y hace un recuento de su vida, esa vida de la que pocos han hablado.
Hablar de Malitzin es hablar de todas las mujeres de México y de ninguna, es gracioso como de repente esta nación guadalupana y amante de las “madrecitas de todos” ha sido capaz de renegar y maltratar de tal manera a la madre originaria de todos nosotros, la madre del mestizaje.
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Malinalli, Malitzin, Marina, Doña Marina, “La Malinche”, cinco nombres distintos para designar a una misma mujer, para nombrarla, valorarla, envidiarla, despreciarla, vituperarla y convertirla en un vocablo que nos describe en muchas ocasiones – cuando valoramos lo extranjero más que lo propio – y que aún sin desearlo es simiente de nuestra propia existencia.
Conocerla es admirarla, ha sido muy sencillo a lo largo de la historia el juzgarla a la luz de una visión completamente misógina, de ser una niña inocente viviendo en un mundo que se cierne brutal sobre ella y al que tendrá que responder desde su fortaleza, convirtiéndose primero en prostituta y luego en concubina del extranjero, dando vida a su hijo y a toda una nación.
Imputarle tantos crímenes, nombres y adjetivos a alguien que pasando de mano en mano tuvo que aprender a sobrevivir en un universo nuevo y adverso.
La invitación es a leer “La visión de Malitzin”, y generar una nueva manera de apreciar a una de las mujeres más relevantes de nuestra historia.
Justamente a 501 años de la caída de la Gran Tenochtitlán y la inmensa cantidad de cuestionamientos que tantos siglos después sigue generando este evento.
El probable resultado de leer este recuento de vida será: mirar a la historia sin juicios de por medio y comprender que en ella no existen héroes ni villanos, sino seres humanos que hacen con las cartas que les tocan lo que es posible, ni más, ni menos.
Yo decido recordarla como Malitzin, la noble Malinalli, con el valor inmenso que su inteligencia, y su papel como madre creadora del sincretismo de una cultura:
LA NUESTRA.
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