La tarde de ayer un grupo de amigas y yo analizábamos a instancia de la muy querida Ivett Tinoco una situación muy extraña que ocurre en el mundo, la generación de estereotipos que constriñen de manera terrible el espectro de movimiento que nos “permite” o no a las mujeres existir “como nos dé la gana”.
Seguramente se preguntan a qué me refiero. Es simple, a un artículo publicado en un periódico español que nos generó la duda de la aparente imposibilidad de perrear, bailar tango, ser investigadora, docente, columnista, albañila, madre, lo que se acumule en la semana y no morir en el intento.
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Desde tiempos inmemoriales ser mujer se ha limitado a dos espacios: el cielo o el infierno, la puta o la santa, sin embargo, muchas mujeres estamos hartas de ser vistas así, y me incluyo por supuesto.
El intelecto y la sensualidad no tienen razón para ser divididos si a fin de cuenta somos entes integrales – y ojalá integradores, – lo preocupante es que los juicios de valor provienen de nuestras congéneres en muchas ocasiones, aquellas que se han creído el discurseo creado ex profeso para cortarnos las alas, y no dejarnos opciones.
Ante la pregunta detonadora que nos generó el debate – abierto y respetuoso en todo momento – ¿Qué una mujer decida bailar sexy en un bodysuit que descubre con desparpajo todo su derrière la prostituye?
Mi respuesta:
¿Cuáles son los elementos en la prostitución? Un intercambio comercial de sexo por dinero en el que están presentes: abuso por precarización, la trata de personas en muchas ocasiones, la violación y la revictimización. Se castiga a quien da el servicio, no a quien lo solicita.
El que una mujer sea dueña de su cuerpo, su deseo, sus decisiones y lo goce y defienda no es prostitución, sino una valoración de sí que ofende a quienes por años lo han convertido en un territorio político que sólo importa en momentos específicos.
Mi invitación:
A vivir y dejar vivir. Ya bastante tenemos con las realidades cercanas en un mundo en donde somos asesinadas por ser mujeres, en donde todos los días familias enteras detienen sus vidas y la ponen en pausa buscando encontrar a sus hijas, hermanas, madres y amigas “perdidas”, hasta las realidades alternativas en un mismo mundo.
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Y es que mientras quienes cuentan con libertades dadas y ganadas a partir de la lucha que ya no puede ser detenida en la parte occidental, se pretenden seguir rigiendo las vidas de las otras y limitar sus acciones convirtiéndolas en estereotipos y permitiendo que sus cuerpos sigan siendo territorios políticos que solo importan en periodos electoreros, en Kabul existen mujeres valientes que resisten, domestican sus miedos luchando por llevar a educación a una veintena de niñas que escondidas en Afganistán desafían al sistema para aprender a leer y escribir y entonces poder decidir y saber aunque sea un poquito antes de seguir siendo abusadas y vejadas, una ventanita de esperanza en este mundo tan ilógico.
¿Y si como acto revolucionario nos proponemos respetar y decidimos no juzgar solo por hoy…?
¡Gracias por su lectura atenta!
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