La forma en que se administran y gestionan los recursos hídricos varía en cada país. A este arreglo institucional, normativo y de gobernanza se le conoce como “modelo de gestión del agua”.
En México este modelo ha cambiado con el tiempo, dependiendo de la evolución de las corrientes y teorías políticas y económicas.
Con la llegada del neoliberalismo económico, a partir de los años 70 del siglo XX, y su tendencia de adelgazamiento del papel del Estado en la economía, se justificó un protagonismo preponderante del mercado sobre todas las actividades antes reservadas para los diferentes órdenes de gobierno.
Entre las justificaciones se esgrimía:
Que las empresas privadas eran más eficientes que la mayoría de los oferentes de bienes o servicios, que se fomentaba la competencia y por tanto se buscaría el mejor precio con el mejor servicio, todo a favor de los consumidores.
Para los países subdesarrollados existía una justificación más: la fiscal. La falta de recursos económicos de los gobiernos nacionales y subnacionales hacía necesaria la inversión privada para compensar la deficiencia presupuestal, al ser el sector privado un actor que atrae mayor inversión.
A partir de la década de los 90, el Banco Mundial apoyaría políticas sobre esta creencia. En conjunto con el Fondo Monetario Internacional otorgarían préstamos a los países en desarrollo con la condición de que privatizaran los servicios públicos. (O´Brien, Hettie; 2018).
Hoy en día estamos ante una tendencia de preocupación por el cambio climático y los efectos que está teniendo sobre los recursos hídricos:
Efectos climáticos que modifican otros fenómenos hidrometeorológicos y que cambian los ciclos naturales que aseguran la disponibilidad del agua.
Otra tendencia que está proponiendo cambios en las políticas económicas del mundo es la firma de la Agenda 2030, acuerdo signado por 193 países en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre del 2015.
En él se estableció el cumplimiento de 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), 169 metas y 231 indicadores globales.
El objetivo es lograr la prosperidad para todos sin comprometer los recursos para las futuras generaciones.
Específicamente, el ODS 6 se refiere a “Agua Limpia y Saneamiento”, y pretende garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible, así como el saneamiento para todos. (Naciones Unidas, 2015).
Una tendencia más es el buscar alternativas al actual modelo económico dominante (neoclásico), se está regresando a revalorar lo público sobre lo privado, a poner de relieve que el mercado no puede resolver problemas que tienen que ver con algo tan relevante como son los recursos naturales.
Después de varias décadas de participación privada en la prestación de los servicios relacionados con el agua, existe evidencia de que la perspectiva de los beneficios ha superado la realidad, por ejemplo, en Inglaterra la factura promedio a los hogares ha crecido un 40% por encima de la inflación desde 1989 y lo que es un hecho también es que las empresas privadas dependen en gran medida de los fondos públicos.
La opinión pública acerca de las privatizaciones o de participación privada en los servicios públicos está cambiando. En el Reino Unido, de acuerdo a una encuesta realizada por el Instituto Legatum, el 83% de las personas estaban a favor de la nacionalización del agua.
Se estima que 266 ciudades en todo el mundo tienen sistemas de agua renacionalizados o remunicipalizados. (O´Brien, Hettie, 2018).
Dado lo anterior, necesitamos construir un modelo mexicano del agua que tome en cuenta las tendencias mundiales, pero también asumiendo las particularidades de nuestro país y nuestras regiones.
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