Mientras la polarización social está enfocada en discutir sobre cuánta gente había en las calles de la Ciudad de México el domingo, la violencia y la inseguridad se vuelve el pan nuestro de cada día… porque ya ni hablar de que cada día alcance para algo de pan.
El tema de interés en Palacio Nacional, del que se habla todas las mañanas desde hace varias semanas, es que, desde la visión presidencial, el INE no vale lo que cuesta y por lo tanto hay que hacer que cueste menos y, de paso, sea más fácil de controlar por el gobierno en turno.
La opinión pública, en general, ha comprado el tema completito. En todos los noticieros de radio y televisión, en los medios nacionales pareciera que no existe nada más importante en el país que saber cuánta gente había en la calle el domingo, a eso se ha reducido la discusión.
No se malentienda la observación. Claro que es importante revisar hacía dónde queremos que se dirija el instituto ciudadano que se encarga de garantizar la confianza de la población en las elecciones pero, vamos, no es lo único y, quizá, ni lo más importante.
Al tiempo que las redes se llenan de evidencias para demostrar que había muchos, pocos o casi nadie en la manifestación de la CDMX (solo la de la CDMX, porque las otras 22 fueron borradas de un plumazo en la discusión) la violencia está desbordada y la inflación no cede.
En los últimos días Ariadna, Citlali y Lidia Gabriela fueron asesinadas en un entorno que parece volverse cada vez más común en todo el país; mujeres que son víctimas de ataques, violaciones y asesinatos que se quedan en total impunidad.
Las historias sobre intentos de asalto, secuestro y homicidio se acumulan casi a la par de aquellas que sí lograron concretarse mientras en algunas comunidades del país parece haber regresado la práctica del linchamiento como medida de defensa ante la violencia.
De manera simultánea la inflación en alimentos no cede y esto significa que, en los hogares mexicanos, el dinero que se gana alcanza cada vez menos para comprar los mismos productos que las familias acostumbraban consumir en su dieta diaria.
En muchos casos, sin posibilidad de tener más ingresos, la gente se da cuenta que su dinero ya no alcanza igual y que su capacidad de compra se reduce sustancialmente y de forma definitiva sin entender bien a bien porqué está pasando.
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En ese escenario las tasas de interés no paran de crecer, han llegado a un máximo histórico y eso significa que el dinero cuesta más y los créditos son más caros. Sin ingreso que alcance y con deudas incipientes, se está fraguando una crisis como hace décadas no hemos vivido.
Ya ni qué decir de los maltratados, vilipendiados y severamente golpeados sistemas de salud y educación que ya no solo no tienen capacidad de atención digna a la sociedad, no cuentan con una visión que deje ver algún tipo de mejora futura.
En tanto la violencia nos come las calles y la economía los bolsillos el gobierno está más ocupado en que no haya nacimientos en las oficinas ni capillas en los hospitales, si son 10 o 20 quienes no le siguen el juego al patriarca.
Sí, el país se nos desmorona en las manos y no se ve uno, ya no digamos capaz, interesado en que esto no ocurra y con una propuesta que sea mínimamente viable para cambiar el rumbo que hemos tomado o el destino al que inevitablemente nos dirigimos.
j.israel.martinez@gmail.com