Por A. Rosalío Soto Bernal
Los daños colaterales de la pandemia de Covid-19 se resienten y agudizan con mayor intensidad, pasando factura a diversas actividades económicas y comerciales.
La industria del entretenimiento atraviesa por momentos difíciles ante las circunstancias que se viven con un freno en las actividades obligado para evitar grandes concentraciones que desemboquen en contagios.
Si se vale la metáfora: los cines están proyectando una de las peores películas que hayan imaginado. Cerraron sus puertas, algunos dicen que de manera permanente, otros temporal, pero lo real es que las pérdidas que reportan van del 80 al 96 por ciento.
De acuerdo con el Anuario Estadístico del Cine Mexicano 2018 en nuestro país se tiene el registro de 886 complejos cinematográficos con un promedio de 499 estrenos cinematográficos.
Concentrados en su mayor parte en zonas metropolitanas compuestas por ciudades que mantienen elevados números de contagios; las principales empresas de esta industria están en una severa crisis.
Acudir al cine era hasta antes de la pandemia, es decir marzo 2020, un hábito común entre todos nosotros. Una actividad de entretenimiento recurrente, principalmente los fines de semana.
Así se puede comprobar al consultar la Encuesta Nacional sobre Hábitos y Consumo Cultural 2020 elaborada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que se realizó entre el 9 y el 20 de octubre del año pasado y que registró una participación importante de encuestados (72.5%) de la Ciudad México y el Estado de México.
El estudio en el capítulo El Efecto pandemia; continuidades y rupturas en las prácticas culturales, comprueba que el cine era hasta antes de la pandemia una actividad socorrida por todos nosotros, de hecho es considerada una de las tres principales actividades culturales de los mexicanos con mayor preferencia a pesar de las plataformas como Netflix o Amazon Prime. Siete de cada diez mexicanos preferían ese esparcimiento.
El olor a las palomitas; la comodidad de la butaca; la dimensión de la pantalla el sonido dolby estéreo y la compañía, sin duda son elementos que hacían la diferencia cuando acudíamos a las salas.
Pero el Covid-19 lo cambió todo.
Con la pandemia el internet pasó a ser el principal medio de consumo de actividades entretenimiento cultural, como lo es el ver películas o series.
Un 37.3 por ciento de los entrevistados dio a conocer que dedica de dos a 4.59 horas a la semana a ver películas o series; 16.2 por ciento entre 5 a 9:59 horas y 7.9 por ciento más de 10 horas.
Y por lo visto ese consumo continuará o se puede acrecentar en los siguientes meses.
En el mismo estudio se preguntó a la gente: “¿Qué le agradaría que estuvieran a disposición en los próximos meses?” en la industrial cultural, el 92 por ciento afirma que es el cine y/o cortometrajes en línea.
Se da cuenta de la preferencia por el cine, pero sin duda se extraña la asistencia a la sala.
Mientras el semáforo epidemiológico no cambie, la trama de angustia de las salas cinematográficas continuará, con todas las consecuencias que conlleva, de ellas la más complicada es la pérdida de cientos de empleos.
El confinamiento comienza a pasar factura, y se extraña ese entretenimiento y forma de convivencia social.
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