los sonambulos

Surrealismo pandémico

Por Jesús Delgado Guerrero

Según observadores agudos, los espíritus desesperados son los ideales si se trata de conformar tropas de zombis. Como no tienen nada ya por perder y están dispuestos a cualquier cosa, son los principales candidatos a reclutas.

En esas andan los partidos políticos y en esas andan también los organizadores de cargadas en contra de todas las iniciativas del gobierno de la autodenominada “Cuarta Transformación” que, apenas hace falta remarcar, han tenido como blanco a las llamadas “reformas estructurales”, Becerro de Oro económico y financiero venerado con una fe que supera cualquier inclinación religiosa.

El hecho es que, como sugirieron los antiguos profetas del “surrealismo”, son vísperas de elecciones y cualquiera tiene el mínimo perfil de orador: bagatelización de la política mediante pedrería retórica , preferentemente en redes sociales, además de bisutería abundante de promesas que, si cumple algo, por mínimo que sea, habrá de revelarse como el acto político más destacado de las últimas décadas.

Unos serán elegidos y, olvidada la memoria que por décadas generó la impresión de documentos oficiales con el lema-advertencia revolucionario “Sufragio efectivo, no reelección”, otros buscarán permanecer en el cargo, en una especie de profecía cumplida: el “estrangulamiento democrático” vía obstrucción de las arterias y su necesario flujo renovador de la sangre.

Además, los adversarios más irreductibles han obrado el milagro: se han conciliado ya que, al final, en cuestión de poder, ¿quién necesita de antepasados, sobre todo con tantos canallas en circulación interesados en descarrilar la democracia y en desvalijar el espíritu de unidad nacional forjado en el individualismo y la meritocracia?

La lógica de la perfidia tiene sus fundamentos. Por ejemplo, el Nobel de Literatura, André Gide no sólo fue acérrimo crítico de los intereses económicos de su país (Francia) en el Congo ni de las grandes concesiones para explotar los recursos naturales y esclavizar a los nativos, sino que también dejó en su obra el diario de un novelista que escribe una novela sobre un novelista que lleva un diario sobre la novela que está escribiendo (Los Monederos Falsos).

Igual la política y la economía nuestras, la fe fundante hace de las peores intrigas las empresas más sencillas: siempre girando en torno de gastados principios que ya ni “revolcados” pueden simularse, los cuentistas siguen contando los mismos cuentos que otros cuentistas se encargaron de contar durante años (lo que habla de una fe no renovada, sino estancada o hasta en franca reversa).

Esto explica el trompeteador sonsonete de: si hay reformas a las reformas (energéticas, laborales, etc.) se van a perder miles de millones de dólares y miles de empleos (como si las privatizaciones a rajatabla no hubieran dejado otras cosa que súbitas fortunas y pobreza masiva).

Detrás de todo esto resuena el clásico imperativo, con voz cavernosa, del “dale pa´trás, papá” (a propósito de la captura del “Góber Precioso”, Mario Marín, y el supuestamente prófugo empresario textilero Kamel Nacif), resumen de la inverecunda simbiosis del poder político-poder económico con su fachada partidista y democrática (ni ellos mismos se la creen).

La pandemia a todos nos ha afectado durante este ya casi un año de semiparálisis y encierros forzados y, con algo de sentido común, no será difícil seguir la recomendación de recurrir a exorcismos de diván, sobre todo de cara al proceso electoral y a los jaloneos; empero, hay evidencias de que a otros el virus parece haberlos afectado mucho más que al resto y requerirían más que una simple terapia.


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