Eduardo Osorio, tenía toda una vida por delante y muchos sueños por cumplir, entre ellos darle a su hija mayor estudios para que se convirtiera en maestra, hacer su casa de cemento y juntar dinero para casarse con la madre de sus tres hijos y hacer una fiesta grande; era originario del municipio de Amanalco de Becerra, en el Estado de México.
Para cumplir sus sueños, se fue a alcanzar a un hermano a Philadelphia en Pennsylvania, Estados Unidos, pero el sueño se terminó cuatro meses y medio después, cuando el conductor de una camioneta lo arrolló y le arrebató la vida.
El padre de familia de 30 años, solicitó un préstamo de 250 mil pesos para solventar los gastos que conlleva hacer el viaje al vecino país del norte y el 7 de septiembre le avisó a su esposa, Valentina García, que se iría en busca del sueño americano.
En las pocas fotos que hay en su casa de madera siempre está sonriendo, familiares y amigos señalaron que era muy alegre y casi siempre le gustaba estarse riendo, era amiguero, noble, al que le apasionaba tocar y cantar.
Su abuelita, Sara Jiménez, compartió que ella fue la que se quedó a cargo de sus nietos porque su hija trabajaba en la Ciudad de México. Desde que era niño le llamó la atención la música y uno de sus familiares comenzó a enseñarle.
Eduardo aprendió a tocar el tambor, también las tarolas y otros instrumentos y se unió a la banda “San Juan”, también anduvo tocando con la “Shashua”, y todos los fines de semana se iban a las fiestas a donde los contrataban.
De hecho, el día que se fue a Estados Unidos, doña Sara se quedó con la idea de que se había ido a una tocada, hasta que unos 15 días después recibió una llamada de él para avisarle que ya estaba en el otro lado y que había llegado bien”.
“Me dijo ‘¿cómo está?’, le digo bien, y ¿a ti cómo te ha ido? ¿ya están buscando trabajo, ya están por allá? Me dice ‘ya, mamá, ya estamos acá, creo que esta semana voy a empezar a trabajar, le digo pues échale muchas ganas, que Dios te vea y te cuide por allá y que Dios te bendiga, ahí luego le mando para un refresco’, eso fue todo lo que hablamos”, contó.
Valentina recordó que eran unos adolescentes cuando se enamoraron y poco después se fueron a vivir juntos. Dos días antes de que falleciera, el 20 de enero le escribió porque celebraban 14 años juntos.
Describió su relación como muy bonita, donde los dos se compenetraban, tenían las mismas metas para superarse, casarse, sacar adelante a sus tres hijos de 13, 11 y 6 años.
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Aunque no estuvo de acuerdo con la determinación que tomó su esposo de irse a Estados Unidos, decidió apoyarlo, ambos acordaron que solo se iría unos tres años a trabajar. El dinero del primer año sería para comenzar a construir su casa y hacer una fiesta a sus hijos; el del segundo año para que su hija mayor estudiara para maestra y el del tercer año para otros gastos y su boda.
A modo de despedida, Eduardo le escribió para felicitarla por 14 años juntos, pero en ese mensaje le dijo que ella era una guerrera, que era su otra mitad y que no había nada que la detuviera porque sabía luchar para alcanzar sus sueños, que nunca se rendía y que tenía plena confianza en que haría lo imposible por alcanzar sus sueños.
Para cumplir las metas, primero consiguió trabajo en un restaurante lavando platos, pero como aprendía rápido, lo subieron a hacer otras tareas, también logró que le dieran empleo los fines de semana en banquetes y fiestas.
El domingo 22 de enero, Eduardo salió de su trabajo en el restaurante a entregar un pedido de comida que le hicieron. Tomó la bicicleta y salió con los paquetes. Minutos después el conductor de una camioneta blanca le pasó encima y ahí mismo murió.
Apenas el fin de semana pasado, el joven fue recibido por sus familiares, amigos y vecinos en medio de música de banda, flores, velas e incienso, 20 días después de haber perdido la vida.
Sus compañeros músicos le tocaron y le dejaron su espacio como si estuviera con ellos, otros bajaron con cerveza en mano a brindar junto a su féretro.
Coincidieron en que no era de esta forma como lo querían volver a ver, ellos lo esperaban hasta dentro de tres años caminando por las calles del pueblo y no dentro de un ataúd para darle el último adiós.
Hasta la última actualización, la persona responsable del accidente en el que murió Eduardo, continúa prófuga.
Datos del INEGI en 2020 contabilizaron a 43 mil 459 mexiquenses que se fueron a vivir fuera del país. De ellos el 70 de cada 100 se dirigieron hacia Estados Unidos. Además que cifras oficiales refieren que hay 1.2 millones que viven en el país vecino del norte.
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Además, dicho organismo reconoció a San José del Rincón, Temamatla, Joquicingo, Zumpahuacán, Texcaltitlán y Ecatzingo, con el mayor porcentaje de emigración.
No obstante, Amatepec, Coatepec Harinas, Tlatlaya, Tejupilco, Luvianos, Tonatico y Villa Guerrero, son los principales expulsores de connacionales.
Las razones principales para migrar son: la búsqueda de trabajo, un cambio u oferta en el mismo y el reunirse con la familia, entre otros.
De acuerdo a la Coordinación de Asuntos Internacionales del Gobierno del Estado de México desde el 2019 la entidad ha recibido anualmente 72 millones de dólares en remesas.
De los municipios anteriores, los que más recibieron envíos por dicho concepto fueron Luvianos, Tonatico, Coatepec Harinas y Texcaltitlán.
DMM