Ayer iniciaron formalmente las campañas de Delfina Gómez y Alejandra del Moral, aunque de facto lo hicieron desde el año pasado. En 2022 la candidata de Morena fue nombrada “Coordinadora de los Comités de la Cuarta Transformación”; la del PRI fue nombrada “Coordinadora de los Comités para la Defensa del Estado de México”, ambos cargos inexistentes en sus respectivos partidos. El objetivo en los dos casos fue posicionar sus nombres, desde antes, entre los electores mexiquenses.
Además, como precandidatas únicas de sus partidos, las dos hicieron algo más parecido a una campaña de primera vuelta, que una precampaña para obtener las candidaturas de Morena o del PRI. Eso estaba decidido desde el momento en que fueron nombradas “coordinadoras”. Lo demás ha sido de mero trámite. Un capítulo más del teatro político que ha vivido la entidad desde hace 94 años.
A partir de esta semana y hasta el 31 de mayo, el Estado de México será el escenario de una elección inédita: es la primera vez en la historia que solo hay candidatas a la gubernatura. Esto abre la posibilidad de que las prácticas políticas sean diferentes en la entidad más poblada del país, al ser gobernada por una mujer. Independientemente de quien gane, tal hecho ya es histórico por esa misma razón.
Otra situación nueva es que por primera vez se enfrentan dos maquinarias electorales sumamente competitivas: Morena y el PRI: el primer partido gobierna al país y a la mayor parte de las entidades federativas; el segundo solo gobierna Coahuila y Durango en coalición, por lo que su mayor poder político está en suelo mexiquense. Conservar esta gubernatura es vital para el PRI, si algún día quiere recuperar el poder presidencial; perderla es convertirse en un partido minoritario más.
A diferencia de las elecciones de 2005 y 2011, cuando el PAN tenía en sus manos la presidencia de la República, pero nunca tuvo la mayoría de las gubernaturas del país y no se propuso conquistar la del Estado de México, ahora la situación es distinta. Morena muestra una enorme vocación de poder. De 2018 a la fecha ha conquistado las gubernaturas de muchas entidades y no parece dispuesto a cambiar esta tendencia en suelo mexiquense.
En las campañas estarán presentes varios elementos a considerar por los electores. Uno de ellos es la imagen de ambos partidos gobernantes: Morena a nivel nacional y el PRI a nivel estatal. El primero tiene a su favor el respaldo popular al presidente AMLO, a pesar de que él no ha resuelto muchos problemas que prometió acabar; el segundo enfrenta el desgaste de un partido que ha gobernado ininterrumpidamente durante 94 años, sin resolver la mayor parte de las demandas históricas de seguridad, empleo, salud y combate a la corrupción, entre otras.
En el fondo estará en juego la continuidad de las políticas priistas de casi un siglo, cuya ineficacia está probada, que enfrentan la opción que representan Morena y su candidata (sin que esto signifique idealizar ambas figuras) Al igual que en 2018 con la presidencia de la República, las dos significan una esperanza de cambio para amplios sectores del electorado, cansados de los gobiernos del PRI.
Las actuales campañas deben ser un momento para escuchar los problemas de la ciudadanía mexiquense y a partir de eso crear un programa de gobierno que les dé solución. Ya no pueden seguir siendo solo un espectáculo político donde se ignore a la ciudadanía y otra vez prevalezcan los intereses de las élites de siempre.