Gustavo Guerrero Rodríguez
Desde el 26 de mayo la exposición “Los mundos de Tamayo. La estela creativa” puede ser apreciada en el Museo de Bellas Artes de Toluca. La víspera fue inaugurada por la secretaria de Cultura y Turismo del Estado de México, Ivett Tinoco García. Son casi 200 las obras de Rufino Tamayo que pueblan las paredes del museo. He de reconocer que de niño no me atraía el estilo del pintor oaxaqueño. A esa edad poco o nada sabía de técnicas, estilo, contenido histórico, interpretación de la realidad. Al paso de los años comprendí que Tamayo sintetiza una tensión básica entre la tradición y el presente histórico y que proyecta un sentido pre-existente sobre lo que interpreta, determinado por su horizonte cultural.
Pero bueno, no soy hermeneuta y ni siquiera crítico de arte pictórico. Mi actitud no es la de interpretar ni comprender una obra, ni tampoco sofisticar mis sentidos, sino simplemente dejarme llevar y sentir la emoción o las emociones de una ejecución. ¿Qué me provoca, qué efecto estético produce en mi ser? Creo que el comportamiento de un apreciador no debe ser objetivador ni debe cuestionar racionalmente la tradición; tampoco confirmar una identidad, sino transformar la imaginación en sensaciones, sentimientos y emociones.
Bueno, la impresión que intenta provocar toda exposición en un espectador, considero, descansa en gran medida en la curaduría. Tampoco soy un diestro en las técnicas para la exhibición de los bienes artísticos o culturales, pero es reveladora la división de la exposición en cuatro núcleos temáticos: Escuela Mexicana de Pintura, Modernidad, Vanguardia, Ruptura y Manierismo oaxaqueño, que aglutina la multiplicidad del discurso artístico y que, de alguna manera, ofrece un panorama político-cultural.
Cada cabeza es un mundo, dicen, pero creo que en él pueden habitar otros. Y pueden ser los mundos de Tamayo. Creo que ésa es la intención del pintor oaxaqueño, cuyas figuraciones, sutiles o no, nos llevan a la abstracción pero al mismo tiempo a la construcción de metáforas poéticas que se valen de la vida y de la historia para hacer magia pictórica.
Algo que para mis sentidos fue muy revelador, y que es consistente en la mayoría de sus cuadros, radica en la textura de sus obras, las cualidades físicas de la materia pictórica. No sé de empastes ni aplicaciones, pero ponen de relieve la intención de una expresión artística que −así lo interpreto o mejor dicho así lo siento− podría ser una suerte de homenaje a la tierra y que me huele a Oaxaca.
En fin. Cada espectador experimentará por sí mismo lo que los mundos de Tamayo le revelen a través de los sentidos. Lo cierto es que la mayoría coincidirá en que el manejo del artista de las formas, los colores y las cualidades de la materia son encomiables, a tal punto que han colocado a nuestro Rufino Tamayo en el panteón de los artistas trascendentes. Gracias a quienes han hecho posible esta exposición que permite al toluqueño, avecindado, turista o colado apreciar estas casi 200 obras pictóricas.
DB