LORENA-PATCHEN

“¿Es un reto no amargarse la vida?”

¿Qué nos lleva a no disfrutar de la vida en el aquí y el ahora? ¿Cómo es que los deseos se convierten en necesidades y nos impiden sentir mayor satisfacción una vez que las necesidades básicas están cubiertas?

Por supuesto, construir una vida plena implica trabajo personal, cubrir necesidades, atender pendientes, solucionar problemas, evitar riesgos innecesarios, establecer dinámicas sanas en las relaciones, tolerancia a la frustración, disposición al aprendizaje continuo, pensamiento flexible, inteligencia emocional, determinación, creatividad, resiliencia, compromiso con la propia existencia, solidaridad hacia los y las demás… entre otros factores que en lo individual son indispensables e incluso, innegociables para considerar que se está viviendo plenamente.

Una vez que se define lo que cada quien concibe como plenitud, el tema es construirla y mantenerla, siendo el mayor reto elegir el bienestar por encima de las circunstancias, es decir; no desistir aun cuando no todo lo que se espera sucede inmediatamente o tal como se esperaba.

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Pensaríamos que es probable que ante las dificultades aparezcan emociones como el enojo, la tristeza o el miedo, y claro, es válido experimentarlas, además es parte de la salud mental, y para ello está nuestra gran herramienta: la inteligencia emocional, que nos faculta para gestionar las emociones adecuadamente y expresarlas de manera constructiva.

El problema está cuando nos instalamos en la insatisfacción, la apatía o la falta de automotivación permanentemente y nos amargamos la vida, aferrándonos a lo negativo, la queja, la envidia, las comparaciones, al no ser proactivos, sintiéndose  todavía peor a causa de la actitud que asumimos, en lugar de validar la emoción, buscar o generar la forma de volver a un estado de ánimo positivo en el que sea posible tomar decisiones y actuar para dejar de amargarnos la vida y tal vez, de amargársela a quienes nos rodean.

Esperar que la vida sea color de rosa, que las cosas sean perfectas o a serlo nosotros es una excelente opción para complicarse la existencia, igual que vivir identificando las faltas e ignorar lo que si hay o es posible.

Hacer de la queja una constante, criticar o criticarnos, incluso rechazarnos, no cerrar ciclos o no sanar las heridas emocionales.

Compararse, invalidarse, subestimarse… ¿parece familiar? Entonces, es momento de hacer cambios empezando por mirarse a sí mismo o misma, más favorablemente.

Perdonarse el pasado, las fallas, las postergaciones, dejar de esperar que el principal bienestar llegue del exterior y empezar a propiciarlo internamente.

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¿Necesitamos aprender a ordenar nuestros pensamientos, elegir los que nos hacen sentir bien y frenar esas ideas que hacen tanto ruido que nos distraen de lo que si podemos hacer para sentirnos en paz y equilibrados?

Si te das cuenta cada día tenemos un gran número de pensamientos, pero a veces, un solo pensamiento (generalmente abrumador) hace que te enfoques en él y se vuelve un “gran dolor de cabeza”.

Quizá nos parezca agotador admitir que encima de todo los que nos ocupa y nos preocupa, también tenemos la responsabilidad de lo que hacemos con y en nuestra vida, y asumir que es una elección personal disfrutar o amargarse la vida.

No amargarse la vida, es un reto, y vale toda la pena elegir disfrutar más en lugar de sufrir indefinidamente.

¿Qué nos ayuda a evitar la amargura y disfrutar más?

  • Tener claras las prioridades personales, familiares, económicas, sociales…
  • Cuidar la salud física y mental.
  • Evitar o alegarse emocionalmente de relaciones que desgastan.
  • Construir vínculos de calidad.
  • Fortalecer la inteligencia emocional.
  • Aceptarse, autoafirmarse y por supuesto, practicar el autocuidado conscientemente.
  • Tener sentido del humor: ¡reír más!
  • Dar tiempo a la creatividad y el descanso.
  • Conectarse con la naturaleza.
  • Amar y recordar el derecho a la reciprocidad.
  • Soltar lo que no es.
  • Hacer ejercicio.
  • Aprender algo nuevo.
  • Pasar tiempo de calidad con los seres queridos.
  • Volver a disfrutar de lo sencillo.
  • Disminuir en mucho la necesidad de cubrir las apariencias.
  • Tener una vida sexual satisfactoria.
  • Meditar.
  • Mantener hábitos saludables.
  • Ser asertivos.
  • Marcar límites claros en las relaciones.
  • Dar tiempo al ocio.
  • Resignificar y desdramatizar.
  • Emplear la experiencia.
  • Apreciar la vida.

Y la lista continua, con cuánto es realmente importante para cada quien, siempre y cuándo no vaya en contra de su bienestar físico y mental, y no afecte a otros.

De cuándo en cuando (sin obsesión), es conveniente autoevaluarse: ¿cómo me siento? ¿Que puedo hacer o dejar de hacer para experimentar más satisfacción y no dar paso a la amargura?

Obviamente, los vínculos de calidad son un factor súmante importante en el bienestar personal, puesto que ayudan bastante a incrementar la felicidad, pero, la responsabilidad de ser feliz (o como cada uno le llame a sentirse bien en la vida) es completamente una elección, responsabilidad, compromiso, y sobre todo, una determinación  íntima y personal.

Al final, ¿de quien es la existencia? Es tuya, ¿por qué amargársela cuando depende de ti vivirla satisfactoriamente?

¡Abrazos!

Lorena Patchen

Psicoterapia y conferencias.