Communitas

Nada que celebrar

Por Ricardo joya Cepeda

Se colocaron las vallas y empezó el reto. La consigna era preservar las instalaciones y evitar daños al “patrimonio nacional” o a los edificios públicos. Lo convirtieron en un mausoleo con los nombres de las mujeres que han muerto por feminicidio. Las manifestaciones eran previsibles y el enojo, la impotencia, el dolor y la desesperación resurgieron. 

Se acumularon los agravios: el “ya chole”, la insistencia en designar a un candidato a gobernador, a pesar de las denuncias por violación en su contra, y hasta las formas de “jugar” a que “lo bajaban” de la candidatura y luego regresaba. La necedad por defender y acreditar los compromisos. 

Día Internacional de la Mujer, sin motivo para celebraciones; fecha para reconocer que falta mucho por hacer y que las desigualdades no han desaparecido. El sistema patriarcal que ha funcionado desde hace años no ha sido desarticulado. Continúan las estructuras que sostienen las violencias en contra de las mujeres. 

Sin espacio ni voluntad para el diálogo, porque se perdió la oportunidad hace mucho tiempo, lo único que “atinaron” a hacer fue colocar las vallas que protegieran los edificios, porque parece que proteger a las personas no es prioridad y mucho menos posible. Las violencias contras las mujeres no sólo no han descendido, sino que se han incrementado por diferentes factores: la pandemia, el encierro, la desesperación y la incapacidad para atender oportunamente un llamado. 

Es así que llegamos a la conmemoración de un día que nada tiene de celebración. 

Debemos aprender a escuchar, a escucharlas y a comprender que su visión no es la nuestra, pero es posible encontrar las causas, porque darles condiciones de igualdad nos beneficiará a todas y todos. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en los últimos 50 años el producto interno bruto de los países miembros se ha incrementado hasta 50 por ciento, conforme aumenta el nivel escolar de las niñas y mujeres. 

Pero lo más triste es que luego de las manifestaciones, de los enfrentamientos, de los intentos -fallidos- por detenerlas, las violencias siguen ahí y la herida no sana, porque las autoridades no han tenido la capacidad de atender las causas de fondo y menos ocurrirá con los recortes presupuestales a los programas federales, enfocados a atender diferentes necesidades de las mujeres. 

Y entre el suelo pegajoso y el techo de cristal, ellas deben hacer lo necesario para sobrevivir, para tratar de salir adelante a pesar de que siendo más de la mitad de la población, se encuentran solas en un entorno institucional que parece no comprender las razones de fondo que las mueven a gritar, exigir, reclamar, destrozar y pelear ante quien sea. 

Sin duda nos falta, nos falta mucho para comprender todo aquello que debe cambiarse y que parece no moverse. 

¿Voluntad? ¿Recursos? ¿Especialistas? ¿Qué hace falta para lograr que las instituciones se muevan y las políticas gubernamentales se dirijan acertadamente al cambio político y cultural que se pide a gritos? 

PERCEPCIÓN 

Ojalá que pronto desciendan los contagios por Covid-19 porque la economía no resiste más. 


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