Por vez primera desde su creación, el conocido concurso Yamaha Bass Challenge abrió tres diferentes zonas para inscribirse, según el criterio de los interesados. Esa de Virtuoso más las de Beginners e Improove. En total fuimos nueve jueces. Tres por cada una. Compartimos la experiencia el día de hoy por algunas razones que nos parecen interesantes, lectora, lector.
La categoría que nos tocó calificar fue la llamada Virtuoso.
La primera –que ya hemos comentado en el pasado– es el compromiso que la marca japonesa tiene con el fomento a la música en general y a la educación en particular. No haremos ningún recuento histórico ni tampoco un comercial. Lo cierto es que, sea desde sus academias, conciertos anuales o competencias instrumentales, ha sabido participar en la cultura sonora de México por más de medio siglo. Hay que reconocerlo.
La segunda cosa a comentar es lo de “virtuoso”. Al paso de los años esta palabra ha sufrido una dislocación semántica, un cambio de significado que, dependiendo el contexto, puede ser positivo o negativo. Originalmente estaba relacionada con la virtud, por supuesto. Con aquello que produce una respuesta positiva en quien lo recibe. Hablamos de un aspecto de la interpretación musical que alcanzó su cúspide durante el barroco, cuando los ejecutantes podían volar libre y creativamente en sus diapasones, presumiendo nombre y apellido, lejos de las prohibiciones medievales.
Dicho lo anterior, empero, cuando la perspectiva emocional, sentimental e introspectiva de las artes irrumpió cuestionando técnicas y formas tradicionales, entonces el virtuosismo se vio cuestionado. A partir del romanticismo y otras formas de composición modernas ya no habría marcha atrás. ¿De qué servían las habilidades mecánicas si no se lograba una conexión que trascendiera la dificultad y la sorpresa física? Estamos de acuerdo. Siempre debería existir un balance entre ambos mundos. Pero hay que decir algo: ese cuestionamiento también ha servido como zona de confort a quienes no están dispuestos al sacrificio.
Concurso Yamaha Bass Challenge, calificaron a 30 bajistas
En un momento de la música comercial cuando no se sabe qué instrumento ha sido tocado por una persona o cuál ha sido programado para reproducirse digitalmente, nos parece maravilloso que ocurran encuentros de este tipo; no para ver quién es el mejor sino simplemente para apoyar a compositores e intérpretes noveles dedicados a un instrumento durante buena parte de su vida. Allí lo del “sacrificio”.
Hablamos de tiempo, práctica, paciencia, estudio, introspección, superación, concentración… De esas y otras muchas cualidades a las que se suma el valor para mostrarse ante un panel de expertos que sacará el microscopio señalando brillos, pero también fisuras. ¿Que al final se trata de juicios subjetivos y todo atrevimiento tiene un valor intrínseco y variopinto según el espectador? Es verdad. Pero tal y como pasa en los deportes, la medición con otros, el contraste, la comparación, ayudan a la evolución (individual o de la especie, como sucede en la naturaleza).
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Así las cosas y volviendo al inicio, nos tocó calificar a más de treinta bajistas interesados en la exploración atípica de un instrumento que está de moda como nunca antes en la historia (en el universo de quienes desean aprender un instrumento). Todos con piezas breves, sus obras variaron en calidad sonora, técnica, composición, estabilidad, originalidad e interpretación. Pero empataron en entusiasmo. Ello nos alegró sobremanera pues, ya lo decíamos, ver al cuerpo en su esfuerzo resulta un gran privilegio en épocas de culto tecnológico.
¿Quiere conocer a los laureados? Búsquelos en las redes de Yamaha Guitars México. En la categoría Beginners ganó José Miguel Torres Góngora. En la de Improove, Rudyck Vidal Espinosa. En la de Virtuoso, Cristóbal Martínez. Un agasajo verlos. A todos los felicitamos desde este espacio. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.