Realmente las marchas 8M me provocan un conflicto interno; odio el desorden, me aterran las multitudes enardecidas -nunca he estado en una- y me da mucho coraje ver como otras mujeres que tienen que trabajar -las policías y elementos de seguridad- son sobajadas, agredidas, lastimadas, insultadas, por otras mujeres que se quejan justo de eso.

Pero por otra, me da mucha tristeza y siento frustración al ver cómo sus objetivos ni se conocen y lo único que todos ven es el desastre que realizan en sus marchas.

Definitivamente no estoy de acuerdo con las formas y tampoco las justifico, pero sí lo entiendo. No quiero ni pensar en ser, ya no una víctima de violencia de género, sino familiar de una de ellas. Es lamentable saber que la mayoría de los feminicidios siguen impunes; sus victimarios están libres y andan felices por ahí. Muchos tienen el descaro de seguir cometiendo el mismo ilícito, una y otra vez.

Ayer, las demandas de las mujeres no se conocieron. Todos hablaron de las patrullas vandalizadas, los edificios pintarrajeados, la puerta del Congreso local incendiada y hasta la catedral mancillada, y eso que no tenía puertas cerradas ni vallas resguardándola. Ahí se quejaron de la negación a legalizar el aborto, por si alguien no sabía por qué lo hicieron.

Insisto, no son las formar de demandar, pero ellas sienten que así las voltean a ver; me llamó la atención mucho una de sus frases: “Hasta que mi dolor sea más importante que tus paredes, dejaré de pintar”.

Yo me pregunto qué habrá pasado, y miren que he discutido el tema con varias personas, qué hubiera pasado si en la Cámara de Diputados del Estado de México, en vez de estar cerrada la puerta, hubiera estado abierta con una comisión de legisladores y legisladoras esperando a las feministas para platicar.

Yo creo que no habrían incendiado la puerta y tampoco las y los habrían agredido físicamente. Se habrían sentido escuchadas y su coraje se habría reducido.

Lo mismo para los demás edificios. Hace un año exactamente, las mujeres encargadas de la protección de las mujeres mexiquenses, encabezadas por la secretaria de la Mujer, Isabel Holguín, montaron una mesa con sillas para escuchar las demandas de las manifestantes y, hasta donde sé, ninguna las agredió, ni física, ni verbalmente.

Este año no se repitió esa acción que, creo yo, hubiera reducido el coraje descargado contra los y las policías mexiquenses, así como de edificios y paredes públicas.

Pero, a todo esto; ¿cuáles son las demandas de las manifestantes? Seguramente muchos no lo saben aún; incluso mujeres han manifestado su solidaridad con la causa, pero no aprueban las formas.

Bueno, pues entre las demandas que tienen estas mujeres, que parecen estar enojadas con todos los gobiernos, son en primer lugar, terminar con la impunidad, castigar a todos los culpables de delitos en contra de mujeres ya que la mayoría de éstos no han sido castigados, lo cual genera confianza en los agresores para continuar cometiéndolos y sometiendo a la víctima, si es que todavía está viva.

Exigen aplicación de la ley e incremento a las penas; pero, además, que las autoridades actúen a tiempo, antes de que haya feminicidios, porque en muchos casos ya hay denuncias previas por maltrato y nadie los impidió.

Las grandes lagunas de la ley provocan que las autoridades actúen hasta que sólo resta castigar, y tampoco lo hacen. Esa es la lucha de las feministas, entre muchos otros motivos.


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