Finalmente, tanto el INEGI como el CONEVAL han presentado su reporte sobre los datos relacionados con el combate a la pobreza y como en muchos otros temas, la discusión pública se ha polarizado y cada bando quiere explicar sus resultados a partir de sus particulares visiones; quienes están con el gobierno de la 4T celebran la disminución de la pobreza extrema en algo así como 5 millones de mexicanos, mientras quienes critican al gobierno de AMLO, apuntan al creciente deterioro en materia de salud. El debate tiene sus trincheras, pero siendo objetivos, los resultados también ofrecen rutas para explorar nuevas alternativas de solución.
Entre más progresista sea un gobierno, mayor será su orientación por promover todos aquellos derechos sociales que garanticen un “piso parejo” a sus ciudadanos. Durante décadas al inició del siglo XX se construyo el llamado “Estado del bienestar” que justamente, preocupado por las carencias de los sectores sociales más desprotegidos les ofreció garantías constitucionales (caso mexicano) para brindar desde el gobierno una visión institucional para ayudar a quienes menos tienen. Dicho proyecto social se consolidó en Europa con un amplio abanico de asistencias sociales, ampliadas en el principio de la llamada “tercera vía” impulsada desde Inglaterra por Anthony Giddens: “tanto Estado como sea necesario con tantos derechos como sean posibles”.
En México el impulso se consolidó con el PRONASOL en el sexenio de Salinas de Gortari, modelo retomado en América Latina con un nuevo impulso denominado “focalización” que aplicó ejemplarmente Chile. Pero, las crisis económicas de los 90’s combinadas con el impulso neoliberal trajo aparejado un rompimiento estructural entre el pueblo y sus élites gobernantes.
Este proceso de ruptura, tiene diferentes rostros, pero también condiciones muy similares; emergencia de liderazgos populistas, crisis de los partidos tradicionales/históricos y surgimiento de movimientos sociales como nuevas formas de protesta sociales y una disputa por la hegemonía política que pone en duda el consenso democrático de corte liberal bajo el impulso de mecanismos de democracia directa producto de la democracia de mayoría que intenta reducir la complejidad a la lucha binaria entre “ustedes” y “nosotros”, hoy conocida como polarización afectiva.
Pues bien, para el caso local en el Estado de México, el dilema es mayúsculo y Delfina Gómez y su equipo de gobierno tiene que encontrar una salida a ese 48.9% de mexiquenses que hoy vive bajo la línea de la pobreza y pobreza extrema, hacerlo con la combinación de derechos universales “apoyo a los adultos mayores” y una adecuada estrategia de becas de educación se podría mejorar la vida de millones de mexiquenses. Pero indudablemente usar la “focalización” para los deciles de menores ingresos resulta fundamental para ser más eficaces en el ejercicio de los recursos públicos. Una orientación mediante georreferenciación con agebs para llevar a los pobres los recursos públicos, por poner un ejemplo. Hacerlo con técnica y evaluación, mejorará sin duda, cualquier proyecto social. Los recursos son finitos y las demandas crecientes, la racionalidad administrativa no estorba.
TAR