-El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala: Eclesiastés
Pues total. No se si me pasa por ser verdaderamente tonta, o porque no me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor, o porque sé que como casi no tengo nada que me puedan robar, me la paso papaloteando. Pero lo que les voy a contar, me pasó hace algunas horas, el sábado 2 de septiembre de este valiosísimo año, yo todavía viva y sin nada que me dé todavía, gracias a Dios, como ese bicho raro por el que se murieron millones de personas en la pandemia. Pero me pasó y punto.
Fue en Wall Mart de Zinacantepec, a la una de la tarde. Yo traía mi bolsa colgada del cuello, y mi cartera y teléfono adentro. Allí iba muy campante a comprar el súper el sábado que está lleno de gente, pero necesitaba un Drano. Lo compré al fin.
Encontré a un amigo y me puse a platicar con él. Y de repente sentí que alguien detrás de mí, estaba cogiendo una bolsa para poner fruta o verduras. Sentí un pequeño empujoncito. No más. Pero cuando fui a la caja a pagar, cuál no sería mi sorpresa, que ya no tenía la cartera en donde cargaba TODAS mis tarjetas, y mis credenciales: Licencia, credencial de Elector, del ISSEMyM, de la Tercera edad… bueno, lo que le diga a usted es poco. Y tarjetas de Sanborns, de Sears, de Liverpool: en fin, porquería y media que solo me sirve a mí, no más.
Por supuesto que las que pude, las cancelé llegando al coche. Todavía creí que, de alguna forma, podría yo tener la cartera en el coche, o que se me hubiera caído llegando al Wall Mart. Pero la cartera ya no estaba. Recuerdo a una mujer que iba y venía muchas veces frente a mí.
Me tomó mis datos, todos, con gran amabilidad, el subgerente Carlos, de la tienda. Me dijo que me hablaría un abogado para poder ir al ministerio público a hacer el reporte. Llegó mi hijo, que gracias a Dios, aparte de ser abogado, y buen abogado, se dedica a litigar. No es fácil que esto suceda, pero gracias de nuevo a Dios, que estaba cerca y llegó. Por todos lados por donde se preguntó por la cartera, nos cercioramos de que no estaría.
De verdad, esto ha sido muy difícil y nada entendible. Solo quiero dejar patente, que todos los días me despierto, me levanto, vivo, y le doy mil gracias a Dios.
Oigo diario miles de tragedias que suceden con la gente grande, chica, mediana, gorda, fea, bonita, blanca, negra… todos ingenuos o estúpidos, como yo. O les roban, o las secuestran, o las matan, o las descuartizan, o las tiran a las barrancas, o las deshacen en ácido… Total. Todo es impresionante. Sin valores, sin virtudes, sin nada: sin un sentimiento más, que de rabia, por no poder tener ellos mismos: nada. Absolutamente nada, más que unos papeles que no necesitan y una gran desventaja: de nada les sirven más que a mí, mis tarjetas. Están bloqueadas. No tienen porqué tener mi licencia, a menos de que se roben un carro, o de que quieran hacerle daño a alguien y echarme la culpa a mí.
Que difícil para quien quiera hacerlo. Porque además estoy más que protegida por el Gran Arquitecto del Universo: el gran Yo soy. Y mi Dios, a través de Jesús, que es mi guía, mi retén, mi fortaleza, mi primero y único. Mi todo y mi gran cuidador. De él estoy tomada de la mano. El me tiene en la palma de la suya. Es mi guía y mi fortaleza. Entonces, ¿a quién temeré?
Lo escribo aquí, porque es mi manera más perfecta que he encontrado para blindarme. Total, si alguien quiere a mi nombre pedir algo, no puede, porque está escrito: yo Gilda, fui tristemente asaltada en un super, que creo, debería de tener más guardias, por lo menos, los sábados y domingos. También días festivos. Y hacer sonar los ruidos esos tan espantosos de las chicharras, cuando se metan. Me cuentan que en Lerma, en la misma cadena, están cortando con una navaja las bolsas de las señoras. Necesitamos seguridad todos. Auxilio.
gildamh@hotmail.com
TAR