Decía en la anterior columna que el escritor Paco Ignacio Taibo II tiene también a su detective literario: Héctor Belascoarán Shayne. Conocí a este personaje en Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia, que es la quinta novela de la saga, así que ya se imaginarán mi desconcierto al leer una historia en la que ya se daban por sentado muchas situaciones.
Después supe que Belascoarán formaba parte de 10 tramas y que Netflix decidió llevarla a pantalla, en formato de miniserie. Los tres capítulos que componen la primera temporada son un viaje en el tiempo.
Pues a pesar de que prefiero leer antes los libros y luego ver sus adaptaciones, ya no hubo tiempo. Lo bueno del asunto es que finalmente supe cómo había sufrido esa herida y de dónde salió la chica de la cola de caballo y por qué Belascoarán es tan aficionado a la Coca-Cola (aunque en la serie le cambian el nombre a la bebida por razones comerciales, me imagino).
Cuando uno lee los libros, por lo menos yo, siempre me imagino a algún actor que podría encarnarlo en pantalla. Una de las más gratas sorpresas que me ha dado la vida es que al leer Dos crímenes, de Jorge Ibargüengoitia, supe que, de rodarse una película, el personaje del Negro debía encarnarlo Damián Alcázar. No sabía en ese momento que ya se había rodado una película dirigida por Roberto Sneider. Lo descubrí casualmente una noche de insomnio en que decidí ver tele y me topé creo que en canal Once o canal 14 con una escena. Me llamó la atención que Damián Alcázar llevaba una barba de varios días y un poncho, como el Negro. Pensé: “Vaya, le copiaron el personaje a Ibargüengoitia”. Pocas escenas después confirmé que sí era la adaptación de Dos crímenes. “Debí dedicarme a casting”, pensé.
En el caso de Belascoarán, cuando leí Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia jamás me imaginé a Luis Gerardo Méndez, a quien, por cierto, considero un gran actor. En esa quinta novela Paco Ignacio Taibo no describe a su personaje (físicamente, se entiende), justamente porque creo que en la primera lo hizo (Días de combate). Sin embargo, por la manera de actuar de Belascoarán, me imaginé a Jesús Ochoa. Creo que debo leer la primera entrega de la saga.
Antes de terminar esta columna, no puedo dejar en el tintero el comentario que me hizo mi editor, mi querido Filiberto Gallardo, quien es mi primer lector. Me dijo: “En tu recuento de autores de novela negra te faltó el más famoso, Raymond Chandler”. Le respondí que no lo había leído (debo reconocerlo), pero vale la pena hacer en otro momento una columna dedicada a la novela negra, que tiene diferencias notables con respecto a la policiaca. Aunque debo robustecer mi experiencia como lector en ese subgénero, pues creo que sólo he leído una novela: 1.280 almas, de Jim Thompson. Espero que el próximo año entregue una reseña decorosa.
PAT