Decía el gato de Cheshire en el cuento “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carroll, que, si no sabes a dónde vas, cualquier camino te llevará ahí, vivimos en tiempos donde las grandes decisiones parecen reaparecer, mientras nos encontramos en un momento de crisis por la escasez del agua nace un repentino interés por legislar.
Sin embargo, hace falta lo principal, hacia dónde queremos ir, cuál es el sistema económico que plantearán las políticas económicas donde se sentará la política ambiental e hídrica, no es posible que aún nos estemos planteando si el agua y el saneamiento son derechos humanos, por supuesto que lo son, y en algo tan fundamental como eso, deberíamos estar de acuerdo, lo mismo que el derecho a un ambiente sano, son condiciones de desarrollo personal, fundamentales para el bienestar de las personas.
En seguida debemos plantear, si buscaremos desarrollar el sur, y si es así bajo qué modelo, industrial, comercial, de servicios, cooperativo; si por el contrario nuestro modelo busca una política de desarrollo basada en la relocalización de empresas extranjeras hacia nuestro país, otras serán las soluciones, y si lo que buscamos es encaminarnos a una sociedad sostenible, donde el equilibrio entre la naturaleza y la población sea la prioridad, otras deberán ser las acciones.
Resolver los problemas de abastecimiento son, sin duda, algo que debe hacerse, las personas no pueden aguantar un año, un mes, ni siquiera una semana sin acceso a agua potable, pero mientras tanto, nos debemos encaminar a las soluciones a largo plazo, no tapar un hoyo para abrir otro.
Corremos el riesgo también de desarticular aún más la política hídrica nacional, si nos apresuramos a modificar leyes y reglamentos que no estén acordes a nuestro futuro deseable, estaremos empantanado aún más el camino que nos lleve a la sostenibilidad de nuestra sociedad.
Como un ejemplo específico, tenemos el uso que debemos dar a las aguas residuales tratadas, deberán ser utilizadas para cubrir parte de la demanda insatisfecha o deberán ser lo que haga viable la dotación a industrias/empresas que sin duda la requerirán, o si deberán tratarse de acuerdo a las normas aplicables para recargas de los acuíferos que están sobreexplotados.
Si ésta es la opción deberá optarse por un programa de gran calado para lograr el incremento de saneamiento, y en seguida optar por programas o construir líneas de conducción o a la infraestructura de recarga, o a distribución como agua potable, pero dado que el monto de inversión sería importante, es necesario decidir.
También necesitamos dimensionar adecuada y objetivamente varias de las opciones que se han presentado en los últimos meses, y que por más que quisiéramos que fueran la solución, tienen limitaciones que pueden desviar los esfuerzos a soluciones de mayor impacto.
Por ello, sugiero que se defina a dónde queremos llegar, para de ahí partir a estudiar las diferentes opciones de política económica e hídrica que nos llevarán a ese destino. Los datos, conocimiento, experiencia y consenso, en cada caso deberán ser la base de toda opción planteada, y para ello es necesario atender lo urgente sin olvidar lo importante, sin duda hoy existe mayor conciencia social de los temas del agua, aprovechémoslo para construir nuestra visión de futuro. De otra forma, cualquier camino parecerá una buena opción.
DB