Por: Alonso Arreola
Lectora, lector: resista. Léanos hasta el final. Lo que sigue no es fácil de explicar, pero lo intentaremos por su relevancia y para dejar descansar el asunto. (¡Vaya que lo hemos rondado en los últimos meses!) Le prometemos que será interesante, al menos en partes.
Sí. Es sobre la Inteligencia Artificial (IA) ya no sólo en la música sino en la cultura y, más aún, en el futuro de la globalidad. Lo compartimos porque hemos pasado semanas conversando con expertos de clase mundial. Veamos.
Hay gente preocupada por el desplazamiento laboral que supone la IA. Tema tan justificado que en EU, recientemente, se lograron acuerdos entre grandes productoras de Hollywood y asociaciones de actores, escritores y demás personajes de esa industria. Asimismo, hay gente preocupada, justificadamente, por el impacto de los programas generativos en la visión creativa y artística.
Otros auguran malos caminos para la educación. Lo mismo en la pedagogía que en los temarios y metodologías. Hay quienes se asustan imaginando la medicina del mañana, en donde las virtudes clínicas dejen de importar. Todo eso resulta preocupante, claro; sin embargo, hoy deseamos descansar nuestra atención en una grieta poco observada y menos entendida.
Las IA de mayor capacidad son alimentadas y entrenadas (aunque se basen en un aprendizaje profundo y generativo) con información del pasado. A esa información la llamamos Data. Códigos que mastican la estela histórica que se les proporcione a velocidades inimaginables y en un Espacio Latente de “infinitas” posibilidades. Ese universo sólo es navegable por supercomputadoras armadas con GPUs de ciencia ficción (tarjetas gráficas para procesamiento matemático). Simplificando absurdamente el asunto: los científicos suponen una zona en la que ya vive toda respuesta posible a toda pregunta posible. El reto es crear ese espacio y, sobre todo, navegarlo de forma práctica.
Dicho ello, concentrándonos en la huella musical humana, nos viene una pregunta necesaria: esa Data, ¿a qué códigos culturales representa? ¡Allí la cuestión! El abismo en que podríamos caer si nuestra escala de preocupaciones y miedos se circunscribe a la “solución” o “reemplazo” de procesos de producción y creación, dejando de lado las características de su engranaje selectivo.
Ese es un paso anterior a los frutos, algo que será determinante en la subsistencia de culturas debilitadas por el atraso científico y económico de gobiernos, academias, artistas y sociedades marginadas, culturas “atrasadas” por esta Carrera de las Inteligencias similar a la sucedida con la conquista de la Luna o del poderío nuclear en la Guerra Fría. ¿Cómo así?
Ya lo dijimos. Las grandes potencias concentran su energía en alcanzar mayores velocidades de procesamiento en equipos cada vez más sofisticados, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Ello sucede mucho antes de que las leyes y las sociedades puedan reaccionar o adaptarse. Científicos y líderes del orbe se aplican inyectando Data que los represente desde un dominio que apenas comienza a cuestionarse. ¡Corra la voz!
En tal terreno, las pérdidas antes de que lleguemos a un balance entre el clímax tecnológico y la justicia, en todos sus niveles y formas, serán muchas y con ramificaciones inexorables. ¿Ejemplo? Pedirle a una inteligencia que componga un son veracruzano sin que tenga información alguna sobre ese género musical será peligroso, pues la máquina buscará y alucinará respuestas en sitios remotos y fantásticos, pero que nunca han recibido visita o la música de, verbigracia, don Arcadio Hidalgo, fundador de Mono Blanco.
Será labor titánica tomar nuestras huellas para codificarlas e integrarlas a un sistema de inteligencia propia que se alimente y aliente con el mejor pasado que hayamos tenido. Y hasta aquí llegamos. Buen domingo Buena semana. Buenos sonidos
@Escribajista