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Impuestos globales: golpe a las ideas zombi

Por Jesús Delgado Guerrero

El consenso entre organismos financieros internacionales y jefes de estado  de naciones poderosas para establecer un impuesto mínimo global a sociedades, a la riqueza, a las herencias y donaciones, además de enderezar campañas más agresivas contra la evasión fiscal, parece ganar terreno en el concierto mundial…menos en México, donde los beneficiarios de siempre pretenden que la crisis la paguen, claro, los de siempre.

¿La razón de ese inusitado asentimiento? La pandemia generada por el Covid-19 “ha profundizado las desigualdades”, se ha dicho.

Por eso la postura de la Comisión Europea y jefes de estado (Francia, Alemania y España, principalmente), así como del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las autoridades de Estados Unidos, país del que surgió, vía Janet Allen, secretaria del Tesoro, la propuesta de establecer un impuesto mínimo de 21 por ciento a empresas globales, entre otras acciones para fortalecer las haciendas públicas y hacer frente a la situación.

En esa forma, la reina de las ideas zombi (Paul Krugman, dixit), esa que sostiene que la acumulación por la acumulación provocada por el bajísimo o nulo pago de impuestos genera empleos, riqueza y otras zarandajas de ficción, se derrumba nuevamente frente a las evidencias, hoy más ineludibles que nunca, imposibles de ignorar, salvo por voluntades muy adictas a las ideas miserables.

La llamada “Reunión de Primavera del FMI” podría denominarse el inicio de la “Primavera Neoliberal”, dicho en el sentido del movimiento revolucionario que forzó la caída de dictadores como Muamar Gadafi y Hosni Mubarak, entre otros privatizadores de la industria petrolera y bienes de sus naciones (y por ello, protegidos por el capitalismo multinacional).

Pero falta ver si se aterriza todo este consenso, porque están pendientes en la agenda para combatir la desigualdad el establecimiento de impuestos para evitar las travesuras de los “espíritus animales” y sus transacciones financieras (mercados de dinero) e imponer sanciones a los paraísos fiscales, algo que está en el ojo de la Comunidad Europea.

No puede ser de otra forma. Si se pretendiera pasar factura nuevamente a la sociedad en su conjunto con más carga fiscal, supondría un golpe mortal a la democracia y a las libertades inherentes, incipiente, deforme o de mera fachada como la nuestra, porque esa siempre ha sido la receta de los organismos financieros internacionales y naciones poderosas, con la consabida y grosera austeridad.

Eso es lo que están orientando financieros y empresarios en nuestro país (el “1 por ciento, abiertamente los banqueros), impulsando que se aplique IVA a medicinas y alimentos para fortalecer los menguados ingresos públicos, es decir, que la crisis la paguen nuevamente los de siempre, como se hizo con el casabolsazo de 1987, el tristemente célebre “diciembrazo” Salinas-Zedillo y su Fobaproa (hoy IPAB) de 1994, el coletazo de las igualmente fraudulentas hipotecas Subprime de 2008 y el eventual “financia-virus Covid-19”.

Las autoridades, “dormidas” y ajenas al debate en el concierto internacional, esperan que se resuelvan las elecciones para ver si los resultados permiten reformas al sistema fiscal. Es decir, otra vez se da prioridad a lo contingente y no a lo importante.

Seguramente ya leyeron el “monitor fiscal” del FMI de este mes, pero no está de más recordar el último párrafo: “satisfacer la creciente demanda de servicios públicos básicos y de políticas más inclusivas es fundamental para que las autoridades económicas fortalezcan la confianza pública y respalden la cohesión social”.

En otras palabras: o se hace realidad la “Primavera Neoliberal” con sus ideas concentradoras de la riqueza y depredadoras, o se estará incubando nuestra propia “Primavera”.


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