En las últimas semanas, con las ondas de calor que han afectado a México, se han puesto de manifiesto impactos en especies animales que sufren por el aumento de la temperatura y la falta de agua. Nuestra sociedad se ocupa, primordialmente, de los temas que preocupan a los seres humanos, pero olvidamos que somos parte de un entorno aún más amplio, que es el entorno ecológico y todas las especies que viven en él.
Pocas veces nos detenemos a pensar en las implicaciones en la naturaleza, han sido décadas ya de impactar a quienes no pueden defenderse por sí solos, los que no pueden alzar la voz en la vulneración de su capacidad de sobrevivencia, los seres humanos tomamos el agua que necesitamos, cada vez en proporciones mayores, y al regresarla para que continué con su ciclo natural, la flora y la fauna reciben agua contaminada, mientras que el agua a la que antes podían acceder las especies animales escasea y tienen que buscarla a mayor distancia, algunos clasifican a éstos efectos como externalidades o daños colaterales, solo eso.
Creemos tener el derecho de impactar de esa forma la biodiversidad, de la que además formamos parte, no hemos entendido que un impacto irreversible en ese equilibrio tan delicado nos lleva y llevará cada vez más a una disminución de nuestro bienestar. Quizá por el raciocinio que decimos tener tenemos la mayor responsabilidad de proteger el ambiente y todo lo que viva en él.
Y, sin embargo, en aras de lograr nuestro propio beneficio hemos abusado de la naturaleza, es obvio que el equilibrio ecológico tiene límites, ¿cuánta superficie se podía urbanizar?, ¿cuánta agua podíamos utilizar los seres humanos y cuánta los demás seres vivos?, ¿cuántos desechos es capaz de absorber y tolerar la naturaleza?
Un artículo publicado recientemente en la Revista Nature, Rockstrom (2023) y otros autores hacen una revisión de los límites naturales del sistema terrestre, donde se incluye por supuesto al agua, se reconoce que es un proceso interconectado en la atmósfera, hidrósfera, geósfera, biósfera y criósfera, y que representa el soporte vital del planeta, y por tanto del bienestar humano, y que a su vez es por las actividades de estos últimos, que se encuentra en peligro el sistema natural y su futuro. Para el agua se propusieron dos “límites del sistema”, el de alteración del flujo para aguas superficiales y el de reducción para agua subterránea. Reconocen que, en ausencia de información local y regional, el límite para el primer caso es de 20% de alteración (aumento o disminución) de los flujos mensuales de agua superficial en comparación con el régimen de flujo natural prevaleciente, y que supone que también se mantenga su calidad. Para el caso de las aguas subterráneas, cuándo la extracción excede la tasa de reposición, afecta ecosistemas, que pueden provocar hundimientos de tierra y hasta pérdida irreversible de los acuíferos, por lo que proponen la recarga anual promedio como indicador, y que, para considerar un límite seguro, la extracción deberá estar por debajo, por cierto, para ambos casos los límites ya han sido superados, el caso del agua subterránea en mayor medida.
Por tanto, las preguntas ya tienen respuesta, al menos algunas de ellas, lo que hagamos a partir de conocerlo depende de nosotros, de reconocer que no funcionamos en un sistema cerrado e impermeable del resto de lo que existe en el planeta, algunas enfermedades se han relacionado con la reducción del hábitat de algunas especies y su obligado acercamiento a los asentamientos humanos, ya hemos pasado por un evento mundial de consecuencias desastrosas, depende de nosotros.