Por Gilda Montaño
Como les platiqué la semana pasada, se cumplió un año de la muerte de nuestro querido ex gobernador, Ignacio Pichardo Pagaza. Hubo cuatro homenajes. El primero, les decía, fue en la Rectoría de la UAEM, sin el rector, pero sí con los autores del libro: “Ignacio Pichardo, Testimonios de una vida ejemplar”. El segundo, en la Fundación Miguel Alemán, la tercera en el INAP, ambas con sus respectivos presidentes y un grupo de administradores públicos de excelencia; y el cuarto, ayer, en el Colegio Mexiquense, todas con personajes que fueron amigos, colaboradores y la familia del maestro.
En estos días, yo le escribía, cuando me enteré, unas líneas al exgobernador César Camacho, mi afecto y mi agradecimiento al enterarme que le haría al exgobernador, su par, un afectuoso homenaje, en la que fue también casa de don Ignacio, y en donde tuvo el Colegio, la fortuna de que le dejara un texto extraordinariamente bien escrito, del tío abuelo, José Arcadio Pagaza, obispo de Valle de Bravo. Texto que quien presentó el libro, comparó con el espléndido “Memorias de Adriano”, de Margarite Yourcenar.
La carta de César Camacho, que me convida al evento, dice lo siguiente: “El Colegio Mexiquense, rendirá homenaje a don Ignacio Pichardo Pagaza a un año de su fallecimiento para mantener viva su memoria y destacar el notable desempeño que tuvo en el servicio público, la política, la diplomacia y la academia, siempre con profesionalismo, eficacia y un gran compromiso con la patria y con el Estado de México.
“Don Ignacio fue siempre solidario y generoso con nuestra casa académica. Como gobernador, apoyó resueltamente sus actividades primordiales, además de la consolidación de la infraestructura. En tanto integrante del claustro, fue prolífico en la tarea de investigar, con lo que nos legó obras de gran valor que acrecientan nuestro patrimonio colectivo y nos dan oportunidad para el reconocimiento y la gratitud”.
Y el día llegó y con esmero, inteligencia y gran cuidado se celebró el evento. En el lugar en donde Ignacio Pichardo estuvo muchas veces. El Aula Mayor, de El Colegio Mexiquense, lugar hermosísimo, pintado por Leopoldo Flores, en la ex Hacienda de los Patos, en Zinacantepec. Éramos, creo, personas muy cercanas, invitadas por Ignacio Pichardo Lechuga y sus hermanos, y por supuesto por el Presidente de El Colegio.
De nuevo, me llena de orgullo que un exgobernador honre a otro exgobernador. Eso habla no solo de buenos tratos, buenas costumbres y buenas maneras, sino de una gran calidad humana y una inteligencia superior. Honor a quien honor merece.
Gracias César.
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