Por Gilda Montaño
Las personas acaban de estar en esta tierra, cuando se les olvida. Pero permanecerán en tiempo y forma, en la medida de que sus logros, sus triunfos, sus promesas cumplidas y su inteligencia, sean inscritas a diario, en el libro de la vida.
Del lugar que sean, del partido que militen, de la circunstancia de sus actos y por sus virtudes y valores, el ser humano tiende a recordar a sus semejantes por su trayectoria, honorabilidad y honestidad.
De esta forma, con cuatro eventos importantes se hizo un homenaje al año de la muerte de Ignacio Pichardo Pagaza, quien alguna vez fue gobernador del Estado de México. Entre otras tantas cosas y cargos que ocupó. Y el último, muy pequeño en el Aula Magna de El Colegio Mexiquense, sirvió también para honrar a su memoria, y para apoyar como siempre a la misma institución en donde trabajó hasta el último de sus días.
Estuve en el evento. Fueron muy pocas personas. Todas, llenas de cariño hacia el maestro. Recojo frases inteligentes pronunciadas por dos talentosos seres humanos. Quien abrió el evento, y quien lo cerró. Inteligentes, antes que nada, palabras… pero llenas de amor y sentimiento.
Era lo que se merecía Ignacio Pichardo. Nacho. El que se levantaba muy temprano y casi no dormía, pensando en cómo hacerle bien a su pueblo tan amado. El que se metía a unas aguas espantosas del Río de la Compañía, para entender lo que estaban viviendo sus habitantes. El que no tuvo tregua en su vida, para tratar de salvar el medio ambiente. Quien pensó sobre el municipalismo y perfiló algunos planteamientos sobre la indispensable, urgente reforma fiscal, bosquejando, con brillantez y creatividad, varias propuestas. Al que deberíamos de aprenderle lo brillante que fue en la vida, con base a una disciplina sorprendente. Como lo aprendió con su padre y con la Oma.
César Camacho y Humberto Benítez dijeron cosas maravillosas. Pero también ciertas del maestro. Uno, como su hermano. Otro, como un hombre que fue su par como gobernador. Los dos presidente y ex presidente del Colegio.
Nuestro querido César dijo: “El Estado de México, el que en su nombre encierra su destino, es el estado, de México; el de los activos extraordinariamente valiosos que es imprescindible reivindicar. Somos casi 17 millones de personas; entre los que aquí nacimos y los que decidieron hacerse de un hogar. En solamente el 1.1% del territorio nacional vive el 13% de la población y se genera prácticamente el 10% de la riqueza del país.
“Somos el corazón de México. La construcción de este Estado ha sido, la obra de muchos. Uno de quienes más lo engrandecieron fue Ignacio Pichardo Pagaza. Acreditó, como pocos, tener el dominio de nuestra compleja geografía. Sobre todo, la humana. Se ocupó de lo urgente sin perder de vista lo esencial.
“Empeñó no sólo su competencia, sino literalmente su existencia. Le entregó al estado lo mejor de sí: su lucidez y trabajo, también su pertenencia, su cariño entrañable. Su liderazgo no provenía de su nombramiento; su liderazgo devenía de su comportamiento”.
Por su lado, Humberto Benítez dijo: Fue considerado uno de los cinco mejores administradores públicos del mundo; sus enseñanzas, sirvieron para modernizar la administración del Estado, y las instituciones que presidió. Por ejemplo, en el tiempo de Hank, como director de Hacienda, con su reforma fiscal, elevó el presupuesto del Estado de 500 a 5 mil millones de pesos.
Ambientalista prestigiado y reconocido que consumó la recategorización del Xinantécatl que hoy es un área de protección de la flora y fauna… escribió “El Guardián del Valle”, que sintetiza su amor y defensa por la naturaleza. Escritor fino, lúcido y brillante. En su obra de Joaquín Arcadio Pagaza, fue comparado con Margeritte Yourcenar, en sus Memorias de Adriano.
Terminó el evento con un grande augurio de que habrá Pichardo para muchos años más.
gildamh@hotmail.com
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