Existen sílabas, palabras o frases que se consideran sagradas tales como los mantras que los budistas o hindúes cantan con la intención de sanar o favorecer la sanación o crecimiento espiritual.
Un mantra es un sonido y por lo tanto una vibración, que tiene como principio básico el concepto de que todo el universo vibra y por lo tanto nada está inmóvil, todo se mueve, se supone que a través de ellos se pone a quien lo recita en resonancia con aquello que se invoca elevando a su vez su propia vibración.
Creo que lo mismo sucede con ciertas canciones, con cierta música, tienen el efecto de sanarnos el alma y hacernos sonreír aún en los momentos menos agradables de la vida. Existen canciones que se convierten en himnos de resistencia ante la injusticia y que apelan a lo más bello que guarda el espíritu humano.
Hoy les traigo un regalito sabroso, para acariciarles el alma con todito mi amor y un poquito más, una canción escrita de las manitas de María Elena Walsh, en ese tiempo convulso que fueron los años setentas en el mundo.
María Elena Walsh la escribió desde su rebelde ser nacido hace 94 años, a la tierna edad de 42 años, justamente cuando los veintes y las realidades comienzan a caernos como baldes de agua fría: probablemente no cambiaremos al mundo, no somos superhéroes y nuestra existencia será en muchos casos finita y sin repercusiones…
Fue la inolvidable voz de Mercedes Sosa, la encargada de llenar a esta canción con un significado de resistencia a las dictaduras, la maldad y todo lo que choca con ser joven.
A mí me tocó descubrirla con un ritmo y un aire completamente melancólico en la reinterpretación de Nación Ekeko donde muestra la inmensa posibilidad de convertir a un clásico de la canción latinoamericana en un himno de guerra, para esa juventud no conformistas que sí quiere trascender por hacer cosas que sean memorables.
La imagen omnipresente de “La Negra” y la letra poderosa de la Walsh convertidas en infinita convocatoria de existencia, nos remite a la eterna posibilidad de renacimiento a partir de la decisión personal, la solidaridad y la tan publicitada esperanza.
Si tienen oportunidad de escuchar este proyecto creado en el año 2000 por Diego Pérez no se van a arrepentir, de disfrutar de la fusión de cantos, melodías ancestrales, instrumentos precolombinos y nuevas tecnologías mezcladas con voces chamánicas.
“Ma u satal k´atun lae,
wai tak´ petenil tumen k´a sijnalil,
lai peten lae.”
No se perderá esta guerra,
porque este país se unirá
y este país renacerá.
Chilam Balam
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