Una de nuestras fortalezas más grandes está en aprender a reconocer quién es quién en el camino, y desde ahí, poder tomar las decisiones más convenientes para preservar nuestra salud física y mental.
A lo largo de la vida entramos en infinidad de relaciones, algunas circunstanciales, otras elegidas y las de nacimiento en el contexto y la familia que tenemos.
Cada encuentro encierra ya ambas posibilidades: coincidir profundamente y por elección permanecer o el desencuentro que nos coloca ante la elección de irnos o saber quedarnos de otra manera.
En una reflexión personal, seguramente, podemos detectar los desencuentros más significativos que hemos vivido, entramos en las relaciones generalmente, sin la espada desenvainada (a menos que esa sea una característica predominante en la personalidad, por decisión, como mecanismo de defensa o como reacción al temor que provoca ser defraudado porque ya ocurrió muchas veces, o una, con la que bastó para cerrarse emocionalmente, aún si esto no es lo más sano), y nos toma por sorpresa la actitud de otros, tanto que en ocasiones no comprendemos como no nos percatamos de las máscaras desde el principio.
En repetidas ocasiones me han preguntado: ¿Cómo reconocer la honestidad o la falta de esta en una persona? ¿Cómo distinguir la ausencia de congruencia? ¿Qué nos hará saber quién es quien?… por experiencia propia y por las historias de otros he comprendido que, si no lo advertimos al inicio, porque hay quienes muestran sus cartas (voluntaria o principalmente, involuntariamente) solo el tiempo (inevitablemente) nos muestra quién es quien.
Y, entonces, aunque duela, aún con decepción, frustración o incredulidad, reconocemos como es en el fondo una persona, tal vez, no al cien por ciento, porque difícilmente sabemos totalmente quién es una persona (o por lo menos, quien está siendo en el presente) sin embargo, por lo menos si llegamos a distinguir quien no es o de qué no hay posibilidad en esa relación.
¿Y para qué nos sirve esta revelación? Para cuidar nuestra estabilidad emocional, para mantener nuestro bienestar, para determinar el “voy o no voy”,
A cada quien nos desencanta algo distinto, que tiene que ver con las expectativas de cada uno, dicen que no deberíamos tener expectativas, pero esto es casi imposible, porque lo queramos o no, hay algo que esperamos, es adecuado no instalarse en expectativas falsas, pero ¿acaso no es conveniente esperar por lo menos lo que brindamos? Y no me refiero a los amores ni las ilusiones, ese es otro tema, si no, a esperar mínimamente respeto y honestidad cuando es lo que estamos brindando.
Y no, si alguien te decepciona no es tu culpa por haber tenido las expectativas básicas en una relación: no actuar con maldad, con ventaja y con la intención de afectar.
Para ello, para lograr una convivencia cordial, pacífica, respetuosa lo menos que se espera es no llegar ni irse de la vida de otro causándole un mal o provocando un caos.
De la familia de origen o con las personas con las que creces lo que se espera es que sean un lugar seguro, que la familia proteja, que brinde contención, acompañamiento y estabilidad, elementos que permiten y promueven el sano desarrollo de sus integrantes. Cuando no es así, hay que aprender a sentirse seguro reconociendo tus propios recursos para generar y mantener tu bienestar.
Los entornos poco seguros, los vínculos que dañan y rompen causan daños a corto y largo plazo, pero también, con trabajo personal es posible salir fortalecidos de estos, aun si en el proceso hicieron mucho daño. Y reconocer que, aunque no deseáramos que sea así, aún en la familia puede haber personas que no se comportan como familia y de las cuales es más conveniente estar completamente lejos.
Saber quién es quién y quien soy yo, es una protección personal que nunca sale sobrando.
El otro puede autoengañarse, aparentar, fingir, proyectarse, ocultarse para atacar en el momento menos esperado, pero si eliges conocerte y cargar contigo tus recursos para cuidar tu integridad, tienes mayores posibilidades para no desgastarte y para no romperte emocionalmente.
Cuando alguien es todo lo contrario, no de lo que esperabas sino de lo que dijo ser, después del dolor de la decepción (y a veces aún en medio de esta) puedes tomar distancia, si no es posible alejarte físicamente, si emocionalmente.
Si puedes irte de un lugar o de una relación que no le va bien a tu salud, hazlo, tu bienestar no tiene precio, vivir a la defensiva o con temor no protege tu integridad ni fomenta vínculos de calidad.
Si no puedes irte, aprende a quedarte sin sufrir permanentemente.
Por eso, en esas circunstancias es necesario clarificar: en medio de esta realidad, de esta persona o de este vínculo, ¿cómo puedo estar lo mejor posible?
Saber cómo es cada persona con la que interactuemos cotidianamente nos ayuda a elegir cuánto confiar, cuánto acercarse y cuánto dedicar energía a cada relación, sería maravilloso que pudiéramos confiar en toda la gente con la que tenemos trato de manera cotidiana y que las relaciones que establecemos sin ninguna duda fueran genuinas, honestas y afectuosas, desafortunadamente las decepciones nos comprueban que no es así.
Valdría la pena trabajar en nosotros mismos para ser una persona con la que sea un placer coincidir, ser un buen compañero, amigo, familiar… Ya la vida tiene sus propios retos para todavía ser la piedra en el zapato de alguien, ojalá decidamos brindar lo mejor de nosotros, o por lo menos, el respeto adecuado para interactuar pacífica y armoniosamente con los otros.
En definitiva, saber quién es quién es una herramienta sumamente útil para decidir hasta dónde, cuál es el límite, y si no lo hay, si se rebasa estar preparado para decir y actuar un “hasta aquí”.
No lo dudes, todas las personas de tu vida, con el tiempo, tarde o temprano te muestran qué lugar deben ocupar en tu vida.
Y, por último, quizá no sepas con total certeza cómo es una persona, pero, si esa interacción te hace daño, si resta continuamente, si esa forma de ser del otro te afecta, recuerda que para cuidarte y preservar tu bienestar y el de los tuyos, lo indispensable por saber, antes de querer descifrar o descubrir a otro, es saber quién eres tú, lo que no le va bien a tu vida, lo que puede hacer que tus relaciones no sean un campo de batalla, y elegir, cuando el deseo de establecer una relación sana es mutuo, estar a la altura de las circunstancias.
Un abrazo
Lorena Patchen
Psicoterapia presencial y en línea.
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