Las calles, el hogar de las personas invisibles

La China, El Diablo y El Cholo llevan más de 30 años viviendo en calles de Ciudad Nezahualcóyotl, ellos, como muchas otras personas que salieron de sus hogares tras romperse su relación con sus familias, renunciaron a su nombre de pila, y ahora tienen otra familia: la que formaron en las calles.

Salieron de sus hogares tras romperse su relación con sus familias, se formaron en las calles

Los tres crecieron en las calles de esta ciudad durante la última década del siglo XX, y durante su vida han convivido con al menos tres generaciones de personas que han hecho de las calles su hogar, donde comen, duermen, se bañan y satisfacen sus necesidades primordiales sin ser visibles para la sociedad y los gobiernos.

Arturo Hernández Rosales, Presidente del Comité de Vecinos Tequio AC, la cual apoya a este sector olvidado de la sociedad desde hace más de 25 años, estima que actualmente hay en Nezahualcóyotl alrededor de 500 trabajadores de crucero, entre limpiaparabrisas, “mechuderos”, vendedores, malabaristas o payasitos.

Y alrededor del 20% viven en condición de calle, es decir que un centenar de ellos trabajan, comen y duermen en camellones, bajopuentes, monumentos, jardines y alguna otra estructura abandonada.

Se bañan en alguna gasolinera, un auto lavado o alguna fuente, y se las ingenian para satisfacer otras necesidades fisiológicas.

El Gabacho, un joven que no rebasa los 30 años, pasa las noches en la marquesina de una mueblería ubicada en la esquina que forman las avenidas Chimalhuacán y Adolfo López Mateos, donde accede por un puente peatonal, ahí improvisó un diminuto cuarto con tablas y un plástico, adentro tiene su viejo colchón y algo de ropa.

Este joven, refiere La China, vivía en Estados Unidos desde niño y hace años vino a conocer a su padre, quien vivía en Nezahualcóyotl, sin embargo no fue bien recibido y tuvo graves conflictos familiares por lo que decidió vivir en las calles.

Deseo de encontrar su identidad

A sus 27 años Uziel recuerda que el deseo de encontrar su identidad y pertenecer a una grupo social lo llevó a probar las drogas y conocer otros ambientes, lo cual generó el rechazo de su familia.

“Me salí a los 20 años de mi casa, y siento que hice más familia en la calle (…) una vez fui a mi casa y le dije a mi papá que me ayudara porque me estaba clavando mucho con la piedra, y salió con una dosis, el gotero y todo y me dijo: ‘órale no esté de puto quiere un jalón de piedra’ y pues así qué ayuda voy a tener”, lamenta Uziel Tapia “El Tachi”.

Como Uziel hay otros jóvenes de entre 20 y 30 años, quienes conviven con los de la otras generaciones desde menores de edad a 20 años y los mayores de 30 y el denominador entre la gran mayoría de ellos es el consumo de alcohol o droga, principalmente el activo (pegamento instantáneo de PVC) porque es más barato y accesible.

“Es un sustituto de la comida, al no tener dinero varios muchachos cooperan para comprar un botecito de activo, y con una servilleta usada que encuentran por ahí la empapan e inhalan, eso les quita el hambre”, refiere Arturo Hernandez.

“Por casi 30 años los he visto vivir y morir en las calles, recuerdo a un muchacho que tuvimos que velar en el camellón del Bordo de Xochiaca porque cuando pude comunicarme con su mamá me dijo: “Tírenlo a la basura, le gustaba la basura pues ahí que se quede”.

Así, mujeres, hombres y niños sobreviven al hambre, las inclemencias del tiempo, a las agresiones y las adicciones, entre la discriminación, el menosprecio y desinterés de la sociedad y las autoridades.

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