En el espejo de los valores

Annus horribilis”. 2020 va a figurar en la historia no sólo por la implacable pandemia generada por el Covid-19, o coronavirus, que ha terminado con la vida de millones de personas en el mundo y miles en nuestro país, sino también por las consecuencias económicas y políticas cuyo impacto todavía son imposibles de dimensionar.

La crisis ha sido sin duda de gran profundidad. Ha removido todos los cimientos institucionales y económicos y ha llevado a cuestionar seriamente todo aquello que, se suponía, sólo debía modificarse y continuar su marcha para hacer de este un mundo menos hostil.

No obstante, un agente microscópico como ese virus zoonótico despedazó todos los fundamentos sobre los cuales se habían levantado gigantes catedrales desde donde se han pontificado ideologías que condenan al ser humano a ser víctima de su egoísmo, olvidando su naturaleza social.

Hoy, no sin resistencias, desde esos mismos templos se plantea la necesidad de re-evaluar, con rigor y sin dogmas, todo el sistema económico global, causante de desigualdades, tan inconcebibles como inaceptables, donde unos pocos disponen de toda la riqueza y millones son condenados a la pobreza y a la miseria.

Se necesita, pues, repensar y modificar lo que ya no se sostiene, romper de una vez con lo que no ha hecho otra cosa que ofrecer una existencia dura y hasta violenta. Al frente se tiene una imperiosa necesidad de generar nuevos tipos de instituciones, de democracia y de sistemas económicos.

En medio de este drama y de las nuevas exigencias es cuando un sueño largamente acariciado se hace realidad: el surgimiento de “La Jornada Estado de México”, que es espejo y continuación de los valores pluralistas, sociales democráticos y periodísticos que impulsaron, allá por 1984, un puñado de periodistas, escritores, artistas, intelectuales, académicos y políticos, entre otros.

Todos ellos, apoyados no por el gran capital ni por el gobierno, sino por “estudiantes, obreros, amas de casa, profesionistas, campesinos, pequeños empresarios, promotores de derechos humanos, comerciantes, poetas y desempleados que decidieron arriesgar lo único que tenían en la bolsa, el equivalente de veinte o treinta dólares de aquel entonces, y convertirse en accionistas de nuestro periódico”, como narra la directora Carmen Lira Saade.

Ciertamente, las nuevas tecnologías han modificado la forma del quehacer periodístico, pero no los valores, y son éstos los que permiten enfrentar con entusiasmo estos nuevos retos y exigencias, no únicamente para adaptarse al permanente “vendaval de destrucción creativa” que avizoró Joseph A. Schumpeter casi a mitad del Siglo XX, sino para promover y apoyar toda propuesta de transformación encaminada a privilegiar una mejor sociedad, dándole voz a ésta, que es la razón de ser de todo país.

Conforme a los valores fundacionales de La Jornada, “La Jornada Estado de México” está comprometida con el “ejercicio de un periodismo crítico pero responsable”, es decir, la exigencia de poder ejercer la libertad de expresión debe ir siempre acompañada de un ejercito responsable.

Lo anterior quiere decir que no se dejarán de reconocer los aciertos de los actores políticos, sociales y empresariales, sabiendo que no es lo mismo elogiar que adular, pero tampoco dejará de señalar fallas, omisiones, desviaciones y sobre todo hechos corruptos, sabiendo también que una cosa es disentir y otra muy distinta es agredir.

Por eso, partimos de denominadores como el rigor en el trabajo informativo y la pasión por lo que hemos hecho durante toda la vida, empeñándonos en ofrecer un periodismo de servicio con información oportuna sustentado en hechos comprobados, especialmente en una era de insana competencia por “fake news”, poblada de “realidades alternativas” , de “posverdad” y de propaganda disfrazada de información, enmascarando sus fines mercantiles o políticos para crear un estado de mentira generalizado.

Inmersos en este proceso de “revolución digital” e incipiente “revolución de las ideas” es como nace “La Jornada Estado de México”, en una entidad con más de 17 millones de ciudadanos y sus fenómenos sociales, políticos y económicos de enorme importancia, mismos que imponen un gran reto y un gran compromiso que asumimos con gusto.

Como enseña El Quijote, más allá de la llegada a la posada lo importante es el camino, que en nuestro caso resulta más cómodo por la firmeza que otorgan los valores fundacionales, en el espejo en que se proyectan (el ejemplo arrastra) y, claro, por el camino andado.

ASME


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