Quizás sea solo un tema de percepción pero tal pareciera que en este fin de año el ambiente festivo es diferente al de los anteriores, algo complicado de entender después de un par de festejos enmarcados por los cuidados que ameritaban una pandemia.
Durante este tiempo la gente se saboreaba el tamaño de festejos que realizaría una vez pase levantaran las restricciones de cercanía, compartir alimentos y, sobre todo, cantidad de personas recomendadas para participar en una reunión, pero la situación es otra.
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En algunos restaurantes es posible observar reuniones de amigos y empresas relacionadas con las fiestas pero no en aquellas situaciones que hacían imposible encontrar algún lugar donde comer sin necesidad de anticipar alguna reservación.
Es cierto que existe una ligera recuperación en las ventas de centros comerciales y lugares de servicio de alimentos pero también lo es el hecho de que muchas personas están más recelosas en sus gastos debido a que los productos son, hoy, más costosos.
Según lo reportan los propios vendedores las personas siguen gastando la misma cantidad de dinero que en años anteriores para la cena navideña pero ello no significa la misma cantidad de productos, por el contrario, los menús se ajustan y los productos cambian.
Las familias destinan una cantidad, la misma de cada año, para sus gastos navideños. Se apegan lo más posible a ella porque así no afectan otras necesidades familiares que se deben cubrir o que esperaron semanas o meses a la llegada del aguinaldo para poder atenderse.
En los centros comerciales los carritos no van atiborrados de productos para las cenas, mucho menos de regalos. Algunos padres de familia apenas llevan un par de juguetes para asegurar el compromiso de enero mientras otros acuerdan ajustes a la cena del próximo sábado.
La inflación se convirtió en el enemigo silencioso de las fiestas y la población está tomando consciencia de su significado. La realidad está pegando de golpe a muchas familias mexicanas, y los datos económicos lo están reforzando.
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Las estadísticas dejan ver, por ejemplo, que en materia de pobreza extrema hemos retrocedido 20 años, con 9.2 por ciento de la población en esa situación, el país se ubica en la misma cifra de 2000 y muy lejos de ese 2.7 por ciento que se estimaba había a inicios de este sexenio.
Otro indicador de cómo se están enfrentando las cosas son los vendedores callejeros de oportunidad; es decir, no hablo de aquellos que se dedican comúnmente a la venta ambulante, sino a aquellos que, con la pena o el miedo en el rostro, llevan algún producto a la calle.
El recurso de otros tiempos, las famosas tarjetas de crédito, tampoco son una buena opción; el incremento a más de 10 por ciento en las tasas de interés hacen que el valor del dinero sea para pensarlo dos veces antes de decidirse a pagar con ellas.
Con algo de habilidad se lograría trasladar la deuda de diciembre a febrero, pero sin ella, solo representará el acceso a un enorme tobogán que lleve a muchas familias a prolongar la angustia por varios meses después de iniciado 2023.
La angustia y la zozobra se sienten en el ambiente mercantil de las fiestas y auguran un complejo inicio de año para muchas familias mexiquenses que ya no piensan en festejar sino en qué van a hacer para el inicio de un año que pinta extremadamente complejo.
j.israel.martinez@gmail.com
FB: @Mega.JIsraelMartinez