Del Primero sueño, de Sor Juana Inés de la Cruz
y sus implicaciones filosóficas y literarias…
QUERIDOS TODOS ESTA es la primera parte de una serie de tres o cuatro publicaciones sobre el “Primero sueño”, de la inmensa Juana Inés Ramírez de Asbaje y Santillana, ya se enterarán el por qué de su relevancia, espero lo disfruten…
SOR JUANA INÉS de la Cruz, llamada el Fénix Novohispano, la Décima Musa y demás nombres otorgados en reconocimiento a su intelecto y capacidad sorprendentes al ser ubicados en “una mujer” y más aún en “una monja”, en la época en que le tocó nacer, se ha convertido no solo en un orgullo de las letras nacionales, sino en un estandarte de la capacidad de las mujeres para acceder y compartir el conocimiento, no es ningún secreto que su vida ha sorprendido a propios y a extraños y que no ha faltado quien haya tratado de manera tendenciosa de ensuciar e insultar su existencia a falta de capacidad para entender lo enorme de su legado y existencia, no tengo intención alguna de adentrarme en la parte que más bien obedece a revistas del corazón y no a un serio análisis de su obra.
NACIDA EN EL siglo XVII, 1651 o de 1648 para más señas, en la región de los volcanes, de lo que ahora forma parte del Estado de México, fue criolla probablemente de ascendencia vasca. En un texto autobiográfico, la poeta cuenta que su amor por las letras se dio –y así lo dice– “desde que me rayó la primera luz de la razón”, y que a la edad de tres años, siguiendo a su hermana, tomó lecciones y aprendió a leer.
FUE EL BICHO de la curiosidad el que siempre la motivó a leer y a estudiar. A la edad de siete años, y al enterarse de la existencia de la Universidad de México, solicitó a su madre que la enviara a estudiar allá, disponiéndose a cambiar el vestido por uno masculino si fuese necesario (que no se vistió de hombre
como lo ha contado la mitología popular, solo tuvo la idea). Ante la negativa materna, se consoló devorando los libros de la biblioteca de su abuelo. Se armó de constancia y disciplina, a tal grado que, niña aún, se abstuvo por ejemplo de comer queso, puesto que había oído decir que entontecía a las personas.
EMPEZÓ A ESTUDIAR gramática con tal dedicación que cortaba su cabello imponiéndose el aprendizaje de una lección determinada mientras crecía, volviendo a cortarlo si aún no dominaba lo que se había propuesto aprender, ya que para ella “no parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno”.
SEGÚN EL PADRE Calleja, primer biógrafo de Sor Juana, a los ocho años compuso una loa para la fiesta del Santísimo Sacramento.
TRAS LA MUERTE de su abuelo en 1655, fue enviada a la ciudad de México, a vivir con su tía materna, María Ramírez, quien estaba casada con Juan de Mata, hombre acaudalado que gozaba de influencia en la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera. La joven entró a la corte,
vivió ahí entre los dieciséis y los veinte años, y fue respetada por su prodigiosa inteligencia, a tal punto que el virrey, admirado por su erudición, sometió a la joven a un examen ante cuarenta hombres de letras: teólogos, filósofos, matemáticos, historiadores y poetas.
ANTE LA MUESTRA de sabiduría en sus respuestas, impresionado dijo de la joven “la manera que un galeón real se defendería de pocas chalupas, que la embistieran, así se desembarazaba Juana Inés de las preguntas, argumentos y réplicas, que tantos, que cada uno en su clase, la propusieron”.
CON LA TOTAL negación que tenía al matrimonio, e influida por el padre Antonio Núñez de Miranda, que era confesor de los virreyes, Juana decidió profesar. Tomando una decisión por parecerle que era “lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir” a la que pocas mujeres se atreverían…
HASTA AQUÍ, ESTA primera parte, prepárense para adentrarse en la inmensidad de la sensibilidad y la
mente de una mujer adelantada a su tiempo, que podría decirse era una amante del conocimiento y para poder acceder a él lo gozó en una extraña libertad. Nos vemos en la segunda de cuatro partes…