Covid-19 no frena a los artesanos de piñatas en Acolman

La pandemia no ha detenido la producción de piñatas en el municipio de Acolman; aún con el temor de tener poca venta, los artesanos se atrevieron a luchar por mantener la tradición que nació aquí en el siglo XVI.

Son en total 10 talleres los que preservan uno de los elementos más típicos de las celebraciones en México, cuyo símbolo es reconocido internacionalmente.

La incertidumbre generada en todos los sectores de la población tras la aparición del Covid-19, hizo dudar a las familias que se dedican a esta actividad desde hace más de 30 años, sobre si podrían o no invertir en la producción.

Afortunadamente para ellos, la tradición de las posadas de la época decembrina, parece que continuará al menos en casa y en torno a la familia.

María de Lourdes Ortiz Zacarías, artesana del taller FRANLU, de la comunidad de San Marcos Nepantla, reconoció que fue un año muy difícil, incierto y que, por el coronavirus, tuvo que cambiar no sólo de estrategia de venta, sino también de ubicación, en la entrada al municipio por la autopista México-Pirámides.

“No sabíamos si prepararnos para la venta de este diciembre, pero nos atrevimos; cambiamos de ubicación al taller para que la gente nos pudiera ver, hacer ruido y creo que ha funcionado”, explicó mientras trabajaba en la decoración de una pieza.

La señora Lulú explicó que, aunque a su taller si llegaron algunos clientes, optó por usar un lugar estratégico donde la gente los viera y se dieran cuenta que a pesar de la pandemia seguían trabajando.

“No podemos quejarnos de que no hay ventas, al menos una familia se para para llevarse una piñata a casa y compartir un momento de alegría, a lo mejor no en las grandes posadas, pero sí en familia”, señaló.

Y es que con la cancelación la edición 2020 de la Feria de la Piñata y sus espectáculos, no habrá la misma afluencia a la localidad y es probable qu,e en su caso, no alcance a vender las 20 mil piñatas que en promedio elabora cada año.

Esta tradición llegó a México en el año 1586, cuando los frailes agustinos de Acolman, cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán, recibieron la autorización del Papa Sixto V para celebrar las “misas de aguinaldo”, que más tarde se convertirían en las posadas.

Fue en esas misas que tuvieron lugar en los días previos a la Navidad que los frailes introdujeron la piñata.

La piñata original era una olla de barro, se le agregó papel de china de colores para hacerla más vistosa y representar los placeres superfluos.

Los siete picos simbolizan los pecados capitales y debían ser destruidos con los ojos vendados, con la ayuda de un palo que simboliza a la virtud terminando con las tentaciones.

Los caramelos y otras golosinas dentro de la piñata representaban las riquezas del reino de los cielos, por lo tanto, la enseñanza que se acompañaba con fe y una sola virtud, podía vencer el pecado y recibir todas las recompensas del cielo.


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