¿Cuándo será el solsticio de invierno en 2024?

El solsticio de invierno, que marca el día más corto y la noche más larga del año, ha sido celebrado desde tiempos prehispánicos por los pueblos originarios del Estado de México como un evento de profundo significado cultural y espiritual, aunque en la actualidad no tiene la misma relevancia turística que el solsticio de verano.

Este fenómeno astronómico, que ocurre entre el 20 y el 23 de diciembre y que en 2024 será el 21, era considerado un momento de renovación y conexión con las deidades vinculadas al ciclo agrícola, la fertilidad y el sol.

Foto: Especial

Para los teotihuacanos, el solsticio simbolizaba el triunfo de la luz

De acuerdo con la investigación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), “Cosmovisión indígena en el Estado de México: prácticas rituales”, la ciudad de Teotihuacán, una de las más importantes del México antiguo, jugaba un papel clave en las celebraciones del solsticio.

La orientación de sus principales edificios, como la Pirámide del Sol y la de la Luna, sugiere que estos monumentos estaban alineados con eventos solares significativos, incluyendo el solsticio de invierno.

Para los teotihuacanos, el solsticio simbolizaba el triunfo de la luz sobre la oscuridad, un momento crucial para asegurar la continuidad del ciclo solar y, con ello, la estabilidad de la agricultura y la vida. Los sacerdotes y líderes espirituales realizaban ceremonias en las que se encendían fogatas en honor al dios del Sol, Tonatiuh, y se ofrecían sacrificios simbólicos para agradecer por la renovación de la energía solar.

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El solsticio de invierno es un puente entre el presente y el legado

En la región de Malinalco, las investigaciones del INAH destacan la importancia de los rituales de purificación y renovación asociados al solsticio de invierno. Este lugar, conocido por su templo monolítico dedicado a los guerreros águila y jaguar, era un centro ceremonial donde los habitantes otomíes y mexicas realizaban el encendido del fuego nuevo. Este rito implicaba la extinción de todos los fuegos en las comunidades para luego encender uno nuevo, simbolizando el renacimiento del sol y la continuidad de la vida.

Aunque muchas de estas tradiciones fueron transformadas tras la llegada de los españoles, en comunidades otomíes y mazahuas del Estado de México persisten prácticas que evocan el simbolismo del solsticio. Según el INAH, las ofrendas de alimentos como maíz y frijol, así como los rezos al amanecer, siguen siendo elementos clave en las celebraciones contemporáneas.

En la actualidad, estos rituales no solo conectan a las comunidades con su pasado prehispánico, sino que también refuerzan su identidad cultural y su relación con el entorno natural. El solsticio de invierno, entonces, continúa siendo un puente entre el presente y el legado de los pueblos originarios del Estado de México.

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