Ojalá algún día las mujeres puedan experimentar la libertad total, lejos de las ataduras de las buenas conciencias y del qué dirán.
Libres para amar y ser amadas, para decidir estar solas o acompañadas, pero sobre todo, para ser felices, de esa manera tal vez la sociedad deje de estar tan podrida, Es lógico, mujeres infelices sólo pueden educar hijos infelices; mientras que mujeres plenas, satisfechas y felices no podrían jamás engendrar ni educar delincuentes ni malas personas.
A veces la vida nos lleva por rumbos que jamás imaginamos que seguiríamos. Yo fui siempre una mujer independiente que soñaba con viajar por el mundo y no tener atadura alguna, pero entonces llegó él y me vi a los 20 años comprometiendo mi libertad por un matrimonio gris, que no recuerdo haber disfrutado, excepto por un par de noches de mirar las estrellas sobre el techo de mi casa, algunos cigarros compartidos, una borrachera antes de cumplir los treinta y un infierno que ha durado media vida.
Cuando permití que este hombre me llevara a conocer el infierno, le di demasiado poder sobre mi vida al permitir que hasta el más simple de mis cambios de ánimo estuviera regulado por su ausencia o su presencia. Al percatarse entendí que no valdrá jamás poner nuestra vida en manos de quien pueda estrujarla y echarla a la basura.
La vida es mucho más que blanco o negro. Entender que ciertos conceptos que estaban muy claros, tales como la fidelidad, el compromiso y hasta la monogamia, se difuminan y convierten en un garabato cuando las mentiras entran en juego.
Para una mujer que ha jugado el rol de señora, madre de familia respetable y profesionista intachable, volver a sentirse sexy, o de perdis coquetear con la sensualidad, resulta casi impensable. Lo más sencillo es mantener un bajo perfil y jugar a la inexistencia después de una relación destructiva, en la que no sólo la piel, la sexualidad y la autoestima quedan devastadas.
Volver a mirarse en unos ojos que te desvisten lentamente y saber que la perfección de tu cuerpo no existe más, entender que la sensualidad de una mujer está mucho más allá de un poco de celulitis o de alguna estría, concentrarse en las sensaciones más allá de lo visual, porque ya lo dijo el Principito “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Entender, tras descubrir que la vida no será eterna, que arriesgarse, saltar y dejarse querer, no siempre resulta tan desgraciado y que no se deben poner expectativas en los otros sino en uno mismo. Aprender a disfrutar de nuevo de las sensaciones que provocan placer y ser de vez en cuando egoístas.
Entender que el hecho de que a cierto tipo de hombres les da igual cualquier cobija con carne sin importar procedencia, origen, color, ni calidad, mientras les funcione como vil trinchera, no nos define a nosotras como mujeres, sino a ellos y sus carencias emocionales y a veces he querido decirlo, pero nunca me atrevía, por miedo al boomerang del karma y a sus madres que no supieron educarlos ni amarlos y los hicieron crecer faltos de autovaloración.
Como adulta experimento mi sexualidad de un modo en el que jamás antes lo hubiera pensado. A mi antojo y sin dar explicaciones a nadie. He aprendido que la gente que vale no me pedirá cuentas y que los que piden cuentas, generalmente no me importan como para darlas.
Decido si quiero ser célibe o si quiero tener pareja, decido si quiero amar y dejo que me amen. Exijo ser venerada y adorada a la hora de hacer el amor y soy capaz de brindar lo mismo a quien sea que llene el espacio de mi cama y mi alma.
Esto no es un manifiesto sino una afirmación: Más allá de las fronteras de una alcoba, dentro del alma y en el lugar que me provoca sonreír y recordar (el orden de los factores no altera el producto), justo ahí las mujeres merecemos tener la certeza de que habrá alguien que nos hará sentir de nuevo alguna vez, y por esa promesa nos merecemos el derecho a exigir adoración y a brindarla en reciprocidad, no hay cosa más deliciosa que un par de seres humanos dándose amor al más puro estilo sacrificio.
Deseo que las amen con pasión y si no son amadas, por lo menos que sean deseadas y sean capaces de satisfacer el deseo de la manera más primitiva posible, que sus sábanas lloren de fatiga y sus cuerpos sonrían por devoción.
Ninguna mujer debe vivir insatisfecha y jamás debe reprimirse de mostrar lo que siente en pos de no escandalizar.
Ser, existir y vivir, después de todo nuestro paso en este mundo es sólo transitorio.
@PalomaCuevasR