Queridxs todxs, bienvenidxs sean a este espacio que en esta ocasión ha decidido convertirse en una carta abierta a Gaby Trejo Rodea, economista egresada de la UNAM, profesión a la que se dedicó durante dos décadas para incursionar en su pasión: la escritura en el taller de Guadalupe Vera, para publicar su primer libro infantil Maru y su amiga Sombra y siendo coautora de Los secretos de las brujas de Salem y En el círculo infinito de la violencia y el miedo… ¿Eres víctima o victimario?
Verán ustedes, hace una semana, el 29 de abril para ser más exactos, Gaby hizo una pregunta para la que creí que me había preparado desde siempre. Aquí nace la carta:
Querida Gabriela:
(Siempre me ha gustado tu nombre, tan fuerte cuando se dice completo y suave al mismo tiempo cuando se decide usar el diminutivo, pero me gusta más porque es el nombre de una de mis amigas más queridas, tú).
Has decidido preguntar con tu carita de travesura en el cierre de presentaciones de una recopilación de poemas míos, (que se ha convertido en una chamaquita que ha aprendido a caminar solita después de dos años de andar por el mundo).
“Algo que siempre me ha rondado en la cabeza, es ¿para qué nos sirve la poesía? Aquí la respuesta de aquel día y mi agradecimiento por ser y estar siempre presente:
Viktor Gómez Ferrer Valentinos, poeta español dijo hace un par de años, en la presentación de la segunda época de la Revista Castálida que hoy dirige mi muy querido amigo Rodrigo Sánchez Arce, desde la distancia que implicaba la pandemia: “Hubo poemas que salvaron vidas”.
Se me hizo una respuesta conmovedora entonces, pero acá te dejo la mía:
Yo creo que la poesía no es una cuestión utilitaria. La poesía nos recuerda que somos humanos, que estamos vivos, y que no solamente estamos hechos de eso que ha de podrirse debajo de la tierra, cuando dejemos de estar aquí.
La poesía es un grito desesperado por tocar la eternidad, es la posibilidad de tocar el futuro y de saber que vendrán otros que leerán y que pensarán en lo cursis que éramos, pero que también pensarán que amamos, que sufrimos, que nos dolió, que nos recuperamos y que después seguimos vivos y creo que en la poesía encontramos esa posibilidad de generar algo inigualable, que tal vez sea la razón por la que la poesía social y la poesía de protesta existen: Hay cosas que de repente ya no nos mueven nada, como si el alma estuviera anestesiada, como si no estuviéramos aquí ni fuéramos capaces de conmovernos ante todas las atrocidades de las que somos testigos día con día y no entendiendo por qué suceden esas cosas.
Ante la violencia y el saber que hay familias y lugares que son rompecabezas, y cuando se sabe que una pieza va a faltar para siempre, para eso también sirve la poesía, para recordarnos, que aunque esa persona ya no esté hoy, -Gabriela, eres una canija, -estuvo antes, y es un testimonio no solo de nuestra humanidad, sino de que las palabras sirven para mucho más que decir:
Usar: (verbo) conjugación
Hermosa: (adjetivo) palabra para designar a alguien de gran belleza
Las palabras sirven para recordarnos que estamos aquí, que estuvimos aquí y que habrá otros que estarán. La poesía sirve para saber que, aunque aparentemente no sirve para nada, sirve para todo.
A la gente le gusta decir: “te voy a tocar el alma”, pero si hablan con mi ex novio jesuita sabrán que el alma no sirve para una fregada, porque no es más que el filtro donde se acumula toda la porquería de nuestros pecados, lo verdaderamente sagrado, que debe ser intocable y mantenerse con dignidad, no es el alma, – esa es una coladera – sino el espíritu.
La poesía anida en su interior la posibilidad de tocar el espíritu de los seres humanos, que es tal vez, la única parte sagrada que llegaremos a tener. Para eso sirve…
Un reconocimiento a todxs aquellxs que se atreven a convertir las palabras en conjuros que salvan vidas, que dan testimonio y que tocan el espíritu que necesita ser acariciado.