Cuando era niña veía Odisea Burbujas y me preguntaba si algún día podría viajar en el Popotito 22 para conocer otras galaxias, y acceder al espacio. Ser astronauta, jugar con asteroides, naves interplanetarias, y un larguísimo etcétera.
Mi generación, la anterior y la posterior estuvieron influenciadas por el sueño de viajar así, sin límites geográficos ni mundos que nos constriñeran. Recuerden que un 20 de julio de 1969, Neil Armstrong pronunció mientras – en teoría – caminaba sobre la superficie de la luna: “Un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad”, recuerdo que al menos tres o cuatro niños de mi salón queríamos ser astronautas y bueno si no me salía bien, tal vez doctora o presidenta…
Quién iba a pensar que algunos años después andaría yo por rumbos toluqueños y más aún que conocería un poco de la obra del Mtro. Carlos Olvera, uno de los autores fundadores de la ciencia ficción en nuestro país, y más aún que el inmenso amor de su viuda, la Mtra. Patricia Maawad me generaría tanta curiosidad por la obra de ese hombre, que era en sí mismo un genio, adelantándose al logro de la carrera espacial entre las dos potencias mundiales, cuando en 1968 publicó Mejicanos en el espacio, bajo el sello de la Editorial Diógenes S.A.
Seguramente si no han leído dicha obra sentirán al menos un poquito de curiosidad, pero no se preocupen ni se estresen, aunque tal vez ya no puedan conseguir ejemplares originales de esta obra, – pues dicha editorial desapareció a mediados de los años 80, luego de veinte años de labor, – existe una edición más publicada por el Fondo Editorial del Estado de México en el año 2014, bajo el nombre de El colmillo del gato: y que contenía dos libros, el que nos ocupa – Mejicanos en el espacio, – con comentarios de Alberto Chimal y Samuel Manickam, quienes destacan el valor de la obra, y la antología El colmillo del gato que reúne obra inédita del autor, y ahora a diez años más de su publicación original, nace una tercera edición de la obra realizada por TunAstral A.C., que será presentada el sábado 20 de julio a las 13:00 horas en las instalaciones del Centro Tolzú.
Podría contarles muchas historias sobre las derivaciones de esta obra, a quiénes ha influenciado, cuántos libros se han escrito como parte de la fascinación que ha generado, pero no lo haré por una sola razón, prefiero saludarlos por allá en un rato, y que se enamoren del amor por el conocimiento de un hombre mexicano que ha tocado las fronteras de la literatura convirtiéndose en referente universal.
Al preguntarle a la arquitecta Patricia Maawad Robert, entrañable amiga y compañera de vida del autor, cómo se enamoró de él, esta fue la respuesta:
Patricia Maawad Robert: Esta era una vez, un día de marzo, en que por primera vez vi a Carlos Olvera caminando por la calle Matamoros de Toluca, mi novio de entonces, con quien estaba en ese momento, comentó que era un profesor de la Preparatoria 1 “Adolfo López Mateos”, que siempre vestía bien.
Días después volví a ver a Carlos saliendo de la Preparatoria 1, yo iba manejando un carro y sonreímos uno al otro, ¿amor a primera vista? ¿Acaso existe eso en realidad? Pues sí, ambos quedamos prendados, ese segundo que tardé en pasar en el carro frente al profesor de literatura universal y francés, fue el momento mágico, era jueves, al día siguiente, viernes, por la conmemoración del Día del Estudiante, no habría labores en la prepa, tampoco sábado ni domingo, los días parecía que alargaban el tiempo, pasaron lentamente, esperaba con ansia el lunes para volver a la “escena del crimen”, desde luego que volví, fui directo a la dirección de la escuela a preguntar en qué salón impartía su cátedra el profesor de tales características, amablemente la secretaria del director de dijo: “ah, es el profesor Carlos Olvera, ya está en clase, en el salón 106, aquí arriba”, solo respondí: “muchas gracias” y fui directo al salón indicado, toqué la puerta y me abrió uno de los alumnos, con voz clara dije: “profesor, me permite entrar”, la respuesta no se hizo esperar: “sí, por supuesto”, yo entré y me senté en la primera silla vacía que encontré; unos minutos después el profesor se acercó y me preguntó: “¿va a asistir a todo el curso?”, a lo que respondí: “si usted lo permite, maestro”, al terminar la clase solamente nos despedimos, pero volví a la siguiente y a las demás, para la segunda clase llegué justo antes que el profesor, así que cuando entró yo ocupaba una silla de la primera fila de pupitres, al finalizar la clase el profesor se acercó y me preguntó si tendría unos minutos para conversar, Carlos era un gran conversador y así lo percibí, hablaba de literatura, de cine, de viajes y de cosas interesantes, luego de una pequeña charla salimos de la prepa y le pregunté si quería que lo llevara a alguna parte, me dijo: “ah, un aventón, sí, gracias, voy a mi casa, debo preparar mi clase de francés para la Alianza Francesa”, lo llevé a su casa y me invitó a una obra de teatro que se presentaba en el teatro del IMSS, le dije que tendría que pedir permiso, pero, que iría acompañada de mi hermana o de alguna amiga, a lo que respondió que estaba bien. Luego, me volví a inscribir en la Alianza Francesa, así que nos veíamos en la preparatoria y en la Alianza Francesa, cenábamos en el restaurante “Campanitas”, de la planta baja del edificio de la Alianza, así comenzó una historia de amor eterno, que sobreviviría en el tiempo.
Carlos Olvera, que fue mi amigo, mi novio, mi maestro, mi cómplice y mi marido, un hombre inteligente, pulcro, acucioso, divertido, amable y generoso, una enseñanza de vida, una historia de amor inacabable.
Y así en la vida real, como en la profesional, creo firmemente que las buenas personas, son inolvidables….
No todos los que deambulan están perdidos (J. R. R. Tolkien)