Rafael Montes Mejía lleva muchos años como carpintero, antes de la pandemia sus manos moldearon la madera para hacer puertas, muebles y clósets, pero ahora su principal trabajo es hacer las cruces para colocar en las tumbas de los difuntos, una labor que, aunque le deja ganancias, le rompe el corazón y lo pone triste.
“Se siente feo, a veces con el dolor, vienen a encargar la cruz de su familiar y es triste, pero después dices bueno es mi trabajo, hoy me toca hacerlo a mí, no sé de aquí a mañana qué cosa pase, pero hoy me toca hacerlo, con o sin dolor lo tengo que hacer, es trabajo“.
Sus cruces se han vuelto populares no solo de Mexicaltzingo, sino en otros estados.
Don Rafael es el segundo carpintero de su familia, aprendió el oficio de su papá y aunque gusta mucho lo que hace, eso no implica que no sienta un nudo en la garganta cuando entrega el fruto de su dedicación.
Mientras trabajaba platicó que cada cruz es diferente, aunque se base en los mismos diseños porque siempre le piden que le cambie algo, que le añada o que la pinte de otro color.
La gente viene a buscarlo por la calidad del material, que entrega a tiempo y le pone dedicación y empeño
Compartió que algunos piden un tono diferente al de la madera, otros llevan sus propios santos o imágenes que quieren, algunos quieren una flor o greca en lugar de un ángel, incluso hay quien pide el escudo de algún equipo de futbol.
Al revisar las fotos de sus trabajos, recordó una cruz a la que le tuvo que poner el escudo del Club Toluca porque el difunto era un gran aficionado.
Antes de que el virus llegara solo hacía unas cuatro cruces al mes, pero en pleno pico de contagios le tocó realizar hasta 20.
Por la resistencia y calidad, le gusta trabajar con madera de pino, aunque si alguien quiere madera exótica también puede utilizar caoba o cedro rojo.
Una vez que entrega el pedido, advierte que el sol y la lluvia desgastarán el producto, por eso es por lo que cada año da una resanada a las cruces para que duren más.
“Con madera buena unos tres o cuatro años a la intemperie y las de pino dos años bien duran y muchos traen a retocarla acá año con año y sigue siendo la misma cruz, por lo regular aquí se acostumbra que sea la misma cruz, no cambian a otro material”.
Sin embargo, hay algo que no cambia y es cuando los deudos reciben terminada la cruz, que se vive un momento único que compara con volver a ver su familiar.
“Las personas cuando vienen a recoger, a la hora de verlas, parecen que están viendo a su familiar, como lleva el nombre del difunto, muchos hasta terminan llorando aquí al verla, sienten una nostalgia bonita y a veces es contagioso, no se crea”, explicó.
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Nunca pensó que su trabajo se iba a dirigir a la elaboración de cruces para tumbas, pero trata de dar lo mejor de sí para que las familias coloquen algo que les guste para honrar a sus difuntos.
Con una sonrisa aseguró que busca complacer los gustos de la gente y siempre se despide deseando volver a trabajar para ellos, pero ahora para hacerles muebles, puertas o alguna otra cosa diversa que ya no sea una cruz.
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