Y entonces entraron de sopetón y sin previo aviso los “terroristas urbanos”, como los llamó Biden, a invadir el Capitolio. Con todo y armas. Y todo, porque su bello y dulce presidente los convocó a “no dejarse ganar las elecciones”. Diez minutos, cuando mucho, de cara a la nación norteamericana. Esa que lleva casi cinco años gobernando: una para su elección y cuatro de mandato. Y Trump se salió con la suya.

La Capitana Ashli Babbitt murió. Viajó sola para sumarse a las protestas. Veterana de las fuerzas aéreas, cayó de un disparo en el cuello. Gran seguidora de Trump. La noticia le dio la vuelta al mundo. Fueron cinco muertos.

Es bien difícil ver lo que pasa en otro país, y estar solamente de espectador. Y eso es lo que debemos hacer, porque cuando veas las barbas de tu vecino cortar, por las tuyas a remojar, dice el dicho. Y ayer, todos los países de nuevo, voltearon a ver a Donald Trump. Sucedió después de haberle pedido a sus seguidores que no dejaran que les quitaran el triunfo. Y desde la tarde, hasta más allá de la noche, irrumpieron muchos miles de frenéticos, que aman a Trump, al Capitolio, a interrumpir el que le dieran a Joe Biden la victoria como presidente electo junto con Kamala Harris.

Y eso fue una probadita de diez minutos al aire para pedir apoyo. Yo quisiera ver cómo se pondría esto si se le ocurriera parar todos los noticieros e invitara a sus seguidores, que por ahora son la mitad de la población de Norteamérica y les dijera que la victoria la tuvo él.

La presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, pidió que el mandatario republicano, “sea destituido de inmediato”. La senadora demandó al vicepresidente Mike Pense que invoque la Enmienda 25 para destituir al presidente, ya que recalcó que, si los integrantes de su gabinete no actúan, los congresistas demócratas emprenderán un juicio político contra el mandatario.

Y me encantaría preguntarles a estos dos personajes, los más importantes en la historia de estos últimos meses, cuál es el significado para ellos del valor de valores, que es la vida en sí. Porque cinco muertos, no son pocos.

Qué triste que todo lo que sucede, es por tratar de entablar un orden mundial de poder económico, político y social. En este momento, está en juego la estabilidad de un país que es el más poderoso del mundo. Pero sin democracia.

¿Se imagina usted si con lo que vimos en la televisión, hubieran mandado a la guardia nacional y los hubieran contenido? ¿Cuántos muertos hubiera habido, si la turba de los “terroristas urbanos”, eran muchos miles, de enardecidos, enviados para combatir lo que para ellos fue una elección robada? ¿Y qué tal si en lugar de haber sido los blancos, hubieran sido los afroamericanos o los latinos? No bueno, no se la acaban.

Considero que estos dos hombres, uno sereno y otro terriblemente enojado, pueden acabar con una estabilidad que debe hacerse hacia una transición pacífica. Porque esto, aunque estén furiosos todos los líderes de los países más importantes del mundo: Alemania, Reino Unido, Francia, sud América, es cuestión de solo de un país, y de nadie más. Y nadie se debe de meter en su política interior.

“No me gusta que a nadie lo censuren o le quiten un mensaje en Facebook, Twitter, Instagram o en cualquier red social. Tenemos que autolimitarnos todos y garantizar la libertad. ¿Cómo se va a censurar a alguien?”, dijo López Obrador. “No debemos ser jueces como la Santa Inquisición. ¿Dónde está reglamentado? Lo que pasó es un asunto de Estado, no de las redes. Respeto mutuo es lo que se necesita”, con razón dijo el presidente de México.

Entre los individuos como entre las naciones, el derecho a respeto ajeno es la paz. Y al son de este fundamento histórico, así nos debemos comportar…
gildamh@hotmail.com

ASME


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