De préstamos de libros

«Pero Ítaca está en ruinas, Penélope ha sido violada y secuestrada,

y Ulises no tiene más mar para continuar su viaje» 

(FUENTES, Carlos. El Espejo Enterrado [Méx. 1992]).

El gentilicio es itacense: «Un pedazo de terracota en el que aparece

escrito el nombre de Ulises, una prueba más, para los itacenses,

 de la autenticidad de su isla como patria del héroe viajero» 

(Mundo@ [Esp.] 30.5.2003).

Itacenses sabatinos, qué gusto me da saludarles en esta primera participación de 2025. Esperando hayan recibido este año nuevo con corazones renovados, y con ganas de honrar cada minuto de su existencia dejando el mundo mejor que como lo encontramos y sobre todo llenos de salud. Y pues a darle, porque el año ya va empezado y hay que aprovecharlo.

Hoy les quiero invitar a la reflexión de un tema que me parece fundamental para algunos de nosotros: Los libros, su presencia en nuestra vida, la manera en que nuestras ideas discuten o no con los autores que decidimos incorporar en ella, cómo esto nos influencia como seres humanos en nuestras acciones, reacciones, creencias. Y hasta el cómo su ausencia es evidente desde nuestro léxico. Ya lo dijo el compa Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” y yo agregaría que estos límites también “fronterizan” la manera en cómo vivenciamos ese mundo que puede ser vasto e inmenso, o un mundito limitado y triste.

Todo comenzó hoy que una amiga preguntaba en sus redes sociales: ¿Qué libro prestaste y jamás te regresaron? Me puse a pensar en los libros que han sido esenciales en mi vida. Debo confesar que desde muy pequeña me enseñaron que los libros no se prestan y que si se hace es muy posible que éstos no regresen.

 Creo firmemente en viajar ligera, a pesar de amar los libros, contar ya con una biblioteca impresa – digital importante. Los libros como las personas cumplen funciones primordiales, hay algunos que vienen a enseñarnos una lección, a brindarnos un momento de disfrute, otros que se quedan detenidos, en nuestra cotidianidad por una estación, un periodo, un momento de tiempo en el que requerimos de una interlocución que nos permita superar un trance, una pérdida laboral, económica, un divorcio, una relación que termina, una muerte.

Y hay otros libros, – “¡esos libros!” que, como ciertas personas muy selectas y escogidas, estarán con nosotros por siempre y para siempre, tatuados en nuestra alma, nuestra forma de hablar, nuestras respuestas, nuestra manera de amar. Las palabras que seleccionamos para comunicarnos. Existen libros que nos poseen y se nos impregnan.

Aprendí a no prestar mis libros, lo siento un poco como una traición. Cuando alguien muy querido me pide alguno prestado, prefiero regalárselo, a menos que tenga un gran significado en mi vida, si es así, prefiero comprar una copia y ofrendarlo como parte de la amistad.

Yo siempre regreso al “Quinteto de Mogador” de Alberto Ruy – Sánchez, a “Rojo Deseo” de Irma Pineda, a “El Principito” de Saint – Exupery, “La columna de hierro” de Taylor Caldwell, a “Nagara” de Juan Carlos Recinos y a “También la noche es claridad” de Félix Suárez, entre muchos otros.

Al final, final no hemos de llevarnos nada, pero esa pequeña biblioteca es el legado de mis hijos, mi memoria. Un día mis nietas tal vez la leerán y dirán: “Con razón mi abuela pensaba así…”

¿Qué libros no prestan? ¿Cuáles son sus imprescindibles?

PAT

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