Del lamento al olvido, en la FIL Guadalajara

El pasado domingo 3 de diciembre presenté mi novela Del lamento al olvido en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en su edición 37. Recibí la invitación del Fondo Editorial Estado de México, que la premió en 2022 en el concurso Premio Internacional de Literatura Infantil y Juvenil FOEM y la editó este año. Nunca había estado en la FIL, así que ya podrán imaginarse la emoción que me embargó por presentar mi obra y, desde luego, comprar libros y recorrer las calles de una de mis ciudades favoritas.

La historia de la creación de Del lamento al olvido es muy peculiar y la he contado en las presentaciones al público. Por supuesto, también la conté en Guadalajara. Resulta que estudiaba el doctorado y mi tema de tesis era el esquizoanálisis, propuesto por los franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari. Se trata no de una reformulación del psicoanálisis freudiano ni lacaniano, sino una oposición abierta a sus postulados. Para el psicoanálisis, el ser humano desea porque tiene carencia; en cambio, el esquizoanálisis postula que somos máquinas deseantes, siempre en devenir, colmados de deseo y vamos por más. 

Ésa es la médula de un fundamento teórico muy complejo, que me desveló muchas noches mientras redactaba mi tesis. Pues bien, cierto día estaba muy atribulado con tanta teoría esquizoanalítica y surgieron las primeras páginas de lo que no creí que llegaría a ser una novela. Me explico: simplemente solté la pluma para relajar mi mente de los temas académicos. Así, tenía abiertos simultáneamente dos archivos de Word: mi tesis y Del lamento… Le daba un rato al primero y luego escribía ideas sueltas en el otro. 

Al cabo solté alrededor de 40 cuartillas que se quedaron guardadas, pues no escribí una historia en forma, ni para publicar ni para enviarla mucho menos a concurso. Fue, en síntesis, una suerte de desahogo personal. 

A finales de 2021 estaba yo buscando otro archivo y me encontré con la historia de Del lamento al olvido. Releí esas 40 cuartillas con ojos de lector, pues ya habían pasado 7 años desde que escribí esas líneas que supuestamente eran de desahogo. Me impresionó que ni siquiera recordara cuál sería el final de esa trama y varios detalles de lo que ya había redactado.

Sinceramente me gustó lo que leí, por lo que decidí que bien valía la pena intentar darle forma de historia, así que realicé algo que llamé carnicería semántica y estas 40 cuartillas las corté, las edité, fui colocando trozos en otros capítulos y rellené espacios con otras 40 cuartillas más en alrededor de 6 meses. La versión final no se parecía a la primera, guardada siete años. 

Al principio esas páginas originales describía una historia lineal, cronológica, con fluctuaciones temporales y espaciales lógicas. Pero en el momento de reajuste, la moví en el tiempo y en el espacio, brincando al pasado y al futuro. Lo creí lógico porque abordaba, en otras situaciones, una historia de migración en el primer tercio del siglo XX. Creo que le gustó esta explicación al público tapatío, porque se quedaron con ganas de saber más y compraron libros. Sin proponérmelo, fue una especie de técnica de mercadotecnia. Lo cierto es que sólo quise compartirlo y desahogarme.