Del tapado a la corcholata

El glosario de términos populares en la política mexicana es vasto. Los vocablos relacionados con las elecciones o con la sucesión presidencial son ingeniosos, pegajosos, populares. “Cargada, borregos, operación tamal, carrusel, casillas zapato”, son solo algunos ejemplos de lo que el imaginario popular ubica muy bien cuando se menciona alguna de ellas. Aunque para muchos suena despectivo el término, el presidente Andrés Manuel López Obrador se encargó de acuñar un nuevo término a ese “diccionario” de la vida nacional: las corcholatas.

El mandatario, en ese afán de distinguirse del viejo régimen, pero al mismo tiempo de dejar su legado en el léxico popular, nombró así a aquellos integrantes de la llamada Cuarta Transformación que tienen la aspiración de sucederlo en la presidencia de la república. Lo arraigado y el lapso que duró el régimen priista en el país ha puesto a prueba dicho término, aunque hay que reconocer que cada vez es más usual escucharlo y pronunciarlo cuando se hace referencia a Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y/o Ricardo Monreal.

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La fuerza de la costumbre, sin embargo, no deja de relacionar a las corcholatas con los “tapados” aquella figura nacida del ingenio del caricaturista Abel Quezada en 1956. La historia cuenta que ante la indecisión calculada o no de Adolfo Ruiz Cortines por designar a su sucesor, el también publicista Quezada lanzó uno de sus personajes más famosos: el tapado. Quezada incluyó a su personaje, ese hombre vestido con traje y corbata a rayas, pero con una capucha en la cabeza, en una campaña publicitaria de una marca de cigarros: “El tapado fuma Elegantes” decía el mensaje.

Adolfo López Mateos fue el primer tapado, destapado del país, priista que gobernó el país de 1958 a 1964. Desde entonces y hasta Ernesto Zedillo, que sustituyó al malogrado candidato Luis Donaldo Colosio, el verdadero tapado de Carlos Salinas de Gortari, todos los presidentes del PRI corrieron con esa calidad de aspirar, pero hasta que el mandatario en turno no se decidiera eran considerados “tapados”.

Las corcholatas de ahora corren quizá la misma suerte. Si bien es cierto que el método de las encuestas ha logrado quitar en Morena el tufo de la parafernalia del tapadismo, para muchos la decisión respecto a quién será la candidata o candidato de Morena en la elección presidencial será del propio López Obrador, el gran destapador, que para todo fin práctico es la herramienta que logra que una corcholata salga o no salga.

De ahí la importancia de lo que se decidió ayer en el Consejo Nacional de Morena, que estableció como fechas del 28 de agosto al 3 de septiembre la aplicación de la encuesta que definirá al candidato de Morena a la presidencia, resultado que se dará a conocer el miércoles 6 de septiembre. Es pues, desde ahora y hasta entonces, la hora de las corcholatas. Son cuatro o seis si es que se toma en serio la calidad de corcholatas del petista Gerardo Fernández Noroña y del verde Manuel Velasco. Veremos si este nuevo método a nivel federal funciona y logra la unidad de Morena, como ha ocurrido a nivel estatal.

REBURUJOS

A propósito del PVEM. ¿Qué tan en serio se le puede tomar a un aspirante de un partido que cada seis años baila al son que le pongan o más bien ofrece sus servicios al partido y candidato que lleva la delantera, llámese Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto?