El Día de Muertos en México representa una celebración que combina antiguas tradiciones indígenas con prácticas católicas, producto del sincretismo cultural tras la llegada de los españoles en el siglo XVI.
De acuerdo con el documento del El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) “Día de Muertos, un sincretismo religioso”, desde tiempos prehispánicos, los pueblos originarios realizaban rituales en honor a los difuntos, especialmente durante el otoño.
Día de Muertos: Sincretismo y tradición mexicana
Al introducirse el catolicismo, estos rituales se fusionaron con las festividades del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, estableciendo el Día de Muertos como una práctica compartida en gran parte del país.
En el Estado de México, esta festividad mantiene vivas las tradiciones culturales y religiosas, especialmente a través de los altares, que suelen tener siete niveles en representación de los pasos hacia el Mictlán, el lugar de descanso de los muertos en la cosmovisión indígena.
En comunidades como Toluca y Metepec, los altares se adornan con figuras de alfeñique y otros objetos significativos para los difuntos, como alimentos y veladoras. Estos elementos buscan facilitar el retorno de los seres queridos durante los días de la celebración.
La flor de cempasúchil es fundamental en las ofrendas, ya que se cree que su color y aroma guían a los difuntos. En municipios como Tenango del Valle y Villa Guerrero, su producción no solo asegura un ingreso económico para las comunidades, sino también una conexión con sus raíces culturales.
La flor, junto con otros elementos de la ofrenda, refuerza la identidad cultural en esta festividad, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2003.
Cohesión social y cultural
Según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, entre las comunidades indígenas mazahuas y matlatzincas del Estado de México, se observan prácticas específicas para el Día de Muertos. Los mazahuas realizan procesiones y preparan altares con alimentos tradicionales como mole y atole, además de bebidas como el pulque. En tanto, los matlatzincas relacionan la llegada de la mariposa monarca con las almas de los fallecidos y decoran sus altares con arcos de cempasúchil y figuras de pan, reflejando su vínculo espiritual con la naturaleza.
Estas celebraciones, que se extienden del 31 de octubre al 2 de noviembre, no solo honran a los muertos, sino que también fortalecen la cohesión social y cultural en el Estado de México. La festividad permite a sus habitantes preservar y transmitir el legado ancestral a las generaciones futuras, asegurando que estas tradiciones perduren en el tiempo.
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