Por Jesús Delgado Guerrero
Una de las grandes lecciones de este feneciente año 2020 fue que no se puede desmantelar a ningún gobierno y dejar todo en manos de las supuestamente benignas fuerzas del mercado, so pena de enfrentar las peores calamidades en condiciones francamente desventajosas y lamentables, con millones de seres humanos como víctimas.
Para decirlo en forma menos tersa, con el Covid-19 terminaron por derrumbarse las tambaleantes creencias religiosas que configuraron el mito del neoliberalismo como evangelio, dotado de un gran poder, ese que cree que al gobierno hay que mantenerlo lo más lejos posible de las actividades inherentes al ser humano, en este caso, de la economía.
Si algún vacío fue notable en todo este año lleno de tragedias, fue justo el de los estados, entendidos éstos como sociedades y gobiernos articulados en torno de propósitos comunes.
Por ejemplo, ¿qué se le puede pedir a un “gobierno” cuyo aparato de salud quedó al borde de la privatización (subrogado) por gerentes neoliberales, es decir, desmantelado y con recursos de miseria para extender recetas incluso con simples aspirinas?
Esto aplica lo mismo para nuestro país que para potencias como los Estados Unidos, Inglaterra, España, Alemania y un largo etcétera.
También, ¿qué se le puede exigir a un gobierno que quedó desfondado para que millones de estudiantes pudieran hacer frente a la contingencia y recibir la instrucción escolar mediante la moderna tecnología?
Esto aplica por igual a muchos países, no sólo el nuestro, mostrando que la desigualdad es el tema a tratar y atacar en nuestro siglo.
La llamada “brecha digital” (desigualdad) sucede mientras firmas como Apple o Google, por ejemplo, evaden impuestos cuanto pueden y dejan a su suerte a millones de estadounidenses, esto de acuerdo con las investigaciones de los economistas Emmanuel Saenz y Gabriel Zucman narradas en su libro “El triunfo de la injusticia, Cómo los ricos evaden impuestos y Cómo hacer que paguen”, que ya circula en inglés y próximamente, tal vez a partir del 14 de enero, en la versión en español, editado por Taurus.
Ambas empresas son huéspedes distinguidas de lo que Saenz y Zucman denominaron como “Bermulandia” (por las Islas Bermudas, conocido paraíso fiscal), a pesar de haberse beneficiado de las investigaciones previas del gobierno para poder desarrollar su tecnología, como asegura la también economista italiana Marina Mazzucato.
Y es que nada más hay que ver: según cifras oficiales, en Estados Unidos más de 16 millones de estudiantes no tienen acceso a internet ni equipo para tomar clases a distancia; 400 mil profesores tampoco. La cosa es peor entre afroamericanos, latinos y zonas rurales.
¿Sabemos quiénes son y cuánto evaden nuestros heroicos Atlas randianos en Bermulandia o en otras islas de la evasión? Es una tarea para los sabuesos fiscales del SAT, con Raquel Buenrostro a la cabeza, pues hasta ahora el aparato “institucional” neoliberal vigente ha permitido la evasión a mansalva.
La pandemia puso también en evidencia por enésima ocasión la irracionalidad del mercado de dinero, donde hoy más que nunca se requieren controles para evitar ataques especulativos a diestra y siniestra.
También, que hay que dejar atrás el exigir la existencia del “gobierno” sólo para “rescates” o francos “salvatajes”, sin que esto signifique dar manga ancha al Estado para sustituir a la iniciativa privada. No. Buscar equilibrios no es sencillo, pero habrá que procurarlos porque a final de cuentas ya conocemos las dos caras del abuso.
Hay mucho más sobre el tema y el proceso electoral que se avecina será oportunidad para escuchar mucho al respecto, además de las mentiras de rigor y los fundamentalismos políticos y económicos.
Por último, se llega al final de un año horrible del que hay que sacar muchas lecciones, aunque la pesadilla todavía no termina. Sólo resta desear que a todos nos vaya bien en el 2021.
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