Desde que Mariano Barbabosa (nombre icónico en Toluca), diputado plurinominal al Congreso Constituyente de 1824 dijera en tono de provocación: “¿Se tiene miedo o se envidia a México (Estado de México)?”, dadas las desmembraciones históricas de la entidad, unas naturales por su inmanejable extensión (de Veracruz hasta Acapulco) y la constante creciente en la población (más de 1.5 millones para 1820) que concentraba riqueza y poder político hasta otras de orden centralista versus federalismo, para los políticos educados bajo los símbolos del poder asociado a Toluca como sede de los poderes, el tema del Valle de México les provocara tiricia y, hasta ahora, nunca nadie logro erradicar ese temor atávico que provenía de una amenaza por la creación del Estado del Valle de México que se registró entre 1824 hasta 1917. (Gerard L. McGowall)
La consolidación de una elite local cuyo epicentro fue Atlacomulco desde la época posrevolucionaria, doto a los “Tolucos” de un pretexto ideal para acuñar esa vieja frase que los define con un cierto provincialismo: “Toluca buena gente, no mata…”.
Durante décadas la rivalidad de los “Tolucos” alineados o no al “Grupo Atlacomulco”, pero siempre en la nómina gubernamental, aumentaron una cierta “superioridad técnica” sobre los políticos del Valle de México, quienes veían como crecían los electores de aquella zona, pero nunca su importancia política. A lo más que llegaron fue a un cierto equilibrio entre valles al integrar el equipo del Gobernador en turno, un viejo esquema que dictaba equilibrios regionales en los principales cargos políticos (Secretario General de Gobierno, Líder de la Cámara y Presidente del PRI) ese modelo prevaleció por décadas, hasta que el gobierno del Ignacio Pichardo Pagaza, sufrió los nuevos embates para crear el “Estado del Valle de Anáhuac”, una vieja aspiración centralista que se acabo en cuanto los políticos capitalinos lograron que pudieran elegir a su Jefe de Gobierno por allá de 1997. Sin embargo, ese viejo conflicto se reavivó con las elecciones electorales de este año.
Ahora bien, ¿qué tan distintos son los hábitos y costumbres de las elites partidistas del PRI y morena? Estamos frente al cambio de un régimen o solo será una rotación de élites? Es muy temprano para pronunciarse al respecto, pero ya solo faltan unos pocos días para el cambio en el Gobierno mexiquense.
Si por “régimen” entendemos “la forma de ser” del sistema político, entonces todo está por verse; ¿Delfina Gómez y su equipo repetirán los viejos hábitos autoritarios de los “tolucos de toda la vida” o harán efectiva la especulación de su carencia de formas para conducirse en el poder? Quién dicta qué sí y qué no, resulta aceptable en el ejercicio del poder, ¿cuáles serán los rasgos más novedosos en el estilo personal de gobernar, de la primera mujer al frente del poder ejecutivo local?
Francisco Zarco, al pronunciarse en favor de un Estado de Valle de México en 1856, que intentaba evitar nuevas desmembraciones de la entonces enorme tierra gobernaba, propuso: “Las montañas que cercan el Valle son sus limites naturales… por el bien de los pueblos, por la buena administración de justicia, por las relaciones de comercio, parece indispensable que los partidos de Chalco, San Juan Teotihuacan y Texcoco pertenezcan al Distrito Federal, porque están mas cerca que de Toluca, porque en México se expanden todos su productos y porque en México reciben la protección que Toluca no puede proporcionarles”. Si el adorado liberal, tenía ánimos encontrados con la administración desde Toluca, no se trata de un sentimiento nuevo.
Pues bien, esa vieja demanda, de los políticos del Valle de México, nunca fue del todo resuelta por el PRI hegemónico, lejos de atenderla se potenció con los años, al punto de amenazar con un sisma con la elección del 2011, cuando Eruviel Ávila amenazó con irse a una hipotética coalición del PAN/PRD, que fue apaciguada con su postulación.
Efectivamente, la reivindicación de los políticos del Valle de México ha llegado de la mano de morena y sería una muy mala señal que se sigan repitiendo los viejos hábitos autoritarios o que sus nuevos actores políticos actúen con prepotencia y nula empatía con sus conciudadanos que ya están cansados de los políticos que viven detrás de sus fortificados muros, acompañados de hujieres y un sequito de autos para protegerlos. La esperanza en el cambio de régimen parte de un viejo dilema del pueblo francés; “en las elecciones cambiamos de amos, pero seguimos siendo esclavos”. Veremos…
Escrito por Juan Carlos Villa Real
DB