Las Naciones Unidas reconocen que “nunca podremos vivir en armonía con el planeta si no analizamos detenidamente nuestra forma de producir y consumir”, específicamente esto fue mencionado por la red One Planet, que incluye organismos de la ONU, gobiernos, ONG´s e instituciones académicas, el llamado es a impulsar un consumo y producción sostenibles.
Sin embargo, el problema es creer que, mediante simples cambios en la economía conductual de los actores económicos, impulsados por cierta “concientización” que les toque el corazón, bastará para los cambios requeridos. La evidencia es mala en esfuerzos parecidos del pasado. Cuando las decisiones están enmarcadas en un modelo económico donde su supervivencia depende de un crecimiento constante y deseablemente infinito, de la acumulación de capital (ganancias), éstas, siempre y en todo momento, estarán por encima de los mejores deseos y acciones por un bien general, después de todo los tomadores de decisiones responden a intereses que los sobrepasan, como pueden ser los miles de accionistas que esperan y exigen que sus inversiones tengan un retorno incrementado de valor.
Lo que estos grupos tal vez piensan, pero es difícil que sean tan explícitos es que lo que se debe cambiar es el sistema económico, por supuesto, esto no es menos fácil, pero es la raíz (la más profunda) de la presión a la que hemos arrastrado a nuestro planeta y todos los seres que viven en él.
Por supuesto, es muy difícil cambiar la superestructura, Marx la definía como todos los órganos e instituciones de una sociedad, que con ciertas ideologías y políticas, marcan las ideas que sigue una sociedad, pero debemos caminar en esa dirección; por ejemplo, se han hecho, aún sin el resultado óptimo esfuerzos por algunos economistas que se han dado cuenta que los indicadores económicos como el PIB, no reflejan el valor, el bienestar que aporta la naturaleza a la sociedad, y con toda razón han buscado cómo incorporar algo que parece no tener valor, puesto que no se incorpora por ningún indicador de riqueza, y que ha servido para que los beneficios de un proyecto siempre sean superiores a los costos, razonamiento que ha permitido un abuso de la utilización de los recursos naturales por un aparente beneficio social mayor.
Si habremos de construir un modelo social con justicia y equidad, bajo el actual o cualquier forma de producción, habremos de contar con las condiciones y características que hagan esto posible, y cuando ocurra, necesitamos contar con un indicador como el que proponemos, que mida la correcta vinculación entre economía y naturaleza, entre sociedad y economía, entre naturaleza y como con relacionamos con ella.
En esta semana, he recibido con satisfacción comentarios, sugerencias y algunas críticas por lo que propongo, sin duda, todas ellas me ayudan a repensar y afinar la propuesta en algo que sea útil, pero de lo que estoy seguro es que los instrumentos e instituciones por separado siempre estarán limitados para solucionar nuestros problemas.
No sólo lo vemos en los temas de agua, prácticamente lo identificamos en todos los ámbitos, ¿de qué sirve contar con los mejores instrumentos de planeación si no se hacen cumplir por nadie?, ¿de qué sirve dar títulos de concesión por cierto volumen de agua, si se extraen volúmenes mayores?, a largo plazo, ¿de qué servirá contar con empleos ofrecidos por empresas que devastarán tu ambiente?
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