La idea de que Los Beatles planeaban dar un concierto en México es una invención que busca hacernos sentir partícipes cercanos.
Se ha dicho mucho y con acierto más que probado, que Los Beatles son un fenómeno de múltiples dimensiones, desde la musical hasta la sociológica y psicológica, a nivel individual y de masas. Dejaron una huella indeleble en el espíritu de la época a nivel mundial. Este ágil y bien documentado artículo sigue el rastro de su presencia cultural en México.
Los Beatles son un fenómeno de múltiples dimensiones
Damos por sentado que sabemos quiénes son Los Beatles porque hemos crecido en una época dominada por su música y su leyenda. Desde sus estrictos coetáneos hasta sus contemporáneos más jóvenes –los nacidos de 1970 en adelante, cuando el grupo ya se había separado– compartimos sus canciones y sabemos que, si bien de distintas maneras, son parte de nuestras vidas. Por eso mismo vale la pena conocer la vasta documentación existente sobre su historia. Hay casi doscientos libros sólo en lengua inglesa, y es muy probable que esa cifra llegue a trescientos si se suman las obras escritas en español, francés y alemán. Es absurdo e inútil calcular cuántos artículos se habrán publicado en periódicos y revistas. Sabemos, en cambio, cuántas películas hicieron ellos (cinco); cuántos documentales se han hecho acerca de ellos (veintinueve, sólo en inglés, cerca de cuarenta, sumados los de otros idiomas), y se calculan en cientos de miles las horas de programas radiofónicos y podcasts dedicados a la exploración de su música y de sus biografías. A menos que uno sea un especialista o un maniático (no hay que olvidar que la beatlemania fue un acontecimiento mundial, y aún persiste), es imposible reunir y conocer tanta información. Pero la parte que nos atañe es más bien reducida y se ciñe, para el propósito de este artículo, a lo referente a nuestro país.
¿Cómo llegó su música a México? Para reconstruir el trayecto que recorrió, vale la pena recordar un par de escalas previas.
Con el éxito en la mano
El 15 de enero de 1964 Los Beatles llegaron a París para brindar una serie de conciertos a lo largo de tres semanas en el teatro Olympia, célebre por la calidad de los músicos que en él se presentaban desde 1954, año en que reabrió, remodelado y convertido en un espacio dedicado a la música. Todos los grandes de la canción francesa actuaron allí, de Edith Piaf a Jacques Brel, y muchos jazzistas que andando el tiempo serían legendarios, como Louis Armstrong, Billie Holiday y Miles Davis. En 1963, por ejemplo, tocaron allí Ray Charles, Oscar Peterson y Duke Ellington.
De los miles a los millones
Además de amor propio, había en aquel deseo razones de carácter económico: sabían que así vencerían la resistencia de Capitol, filial estadunidense de EMI, a imprimir sus discos en aquel país. Y, mientras que el número uno en las listas de popularidad del Reino Unido significaba la impresión inmediata de un millón de ejemplares de un disco sencillo, en Estados Unidos la misma posición decuplicaba la cifra. Y así ocurrió: en tres días se vendieron 250 mil ejemplares de “Quiero agarrarte la mano” y cinco semanas después se habían vendido 12 millones de copias en Estados Unidos. Si se tiene en cuenta esa cifra no parece tan sorprendente que el 7 de febrero, al aterrizar en Nueva York, el cuarteto descubriera que una multitud de 4 mil jóvenes los esperaba en el aeropuerto, aunque a ellos y a Brian Epstein, su representante, sí les sorprendió. Nunca habían tenido un recibimiento así. La noche del domingo 9 de febrero, 74 millones de personas los vieron en el programa de Ed Sullivan y dos días después, en la capital de ese país, realizaron un concierto en el Washington Coliseum que reunió a 8 mil personas. A partir de esos días la beatlemania se haría global. El 22 de febrero, al llegar a Londres, 10 mil seguidores los aguardaban en la terminal aérea de Heathrow.
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Dejaron una huella indeleble en el espíritu de la época a nivel mundial desde la música hasta la psicología y la sociología
Seis décadas de radio
El medio que resultaría clave en la propagación de la beatlemania en México fue la radio: en 1964 Francisco Aguirre Gómez –hijo de Francisco Aguirre Jiménez, fundador de Radio Centro– viajó a Nueva York por los mismos días en que esa ciudad volcaba su atención en la actuación del grupo. El júbilo de la multitud, el inverosímil arrobamiento de las jovencitas bordeando la excitación erótica, como lo muestra la televisión de la época, y el éxito comercial evidente en cualquier tienda de discos de Manhattan, hizo que Francisco Aguirre Gómez de inmediato advirtiera que, por su calidad y su popularidad, había que difundir la música de esos muchachos ingleses en México. Así, apenas volvió se dio a la tarea de crear un programa de radio con tal propósito. La emisora elegida para ello fue Radio Éxitos, creada en 1952 y ubicada en el 790 del cuadrante de Amplitud Modulada, por lo que el nuevo programa se llamó 7 minutos y 90 segundos con Los Beatles, ocho minutos y medio que permitían escuchar tres canciones. Tuvo tanta aceptación que la emisión de esos minutos, iniciada en febrero de 1964, al comienzo de 1966 se convirtió en “La hora de Los Beatles”, cuyo elevado rating llevaría a que se emitiera tres veces al día durante muchos años. Otra emisora del grupo Radio Centro transmite ahora un programa similar llamado “El Club de los Beatles”.
El mítico concierto que no fue
Se dice mucho que México estuvo cerca de convertirse en escenario de un concierto de Los Beatles en agosto de 1965. Incluso se menciona una fecha precisa: 28 de agosto. Un viernes. Y se dice que Ernesto P. Uruchurtu, regente del entonces Distrito Federal, negó el permiso para que el concierto se llevara a cabo porque consideraba al grupo como una mala influencia para los jóvenes.
Eso pertenece exclusivamente a la mitología mexicana. En ninguna página de lo que cabe considerar como “bibliografía confiable” sobre Los Beatles –The Anthology y las numerosas biografías, entrevistas, memorias y testimonios de quienes estuvieron cerca de ellos (trátese de sus mujeres, de su productor, George Martin, o incluso de Leslie Cavendish, su peluquero)– se menciona siquiera la remota posibilidad de un concierto en México. Sólo aquí se ha insistido en forjar ese mito.
¿Con cuánta anticipación habría tenido que organizarse un acontecimiento tan grande como un concierto de los Beatles? La inversión inicial para producirlo habría sido tal que, una vez pactado, habría sido imperativo realizarlo. Se habría tenido que coordinar la participación de patrocinadores poderosos para costearlo y enseguida se habría lanzado una vistosa campaña publicitaria para vender entradas y mil cosas más. Habría sido indispensable invertir en traslado de equipos de sonido, personal, pasajes aéreos, alojamiento, alimentos, seguridad, un anticipo al grupo, etcétera.
¿Y dónde iba a realizarse? Hay quien señala el Palacio de los Deportes, pero éste no existía antes de 1968. Posiblemente se confunde tal recinto con el Estadio de la Ciudad de los Deportes, construido en 1946 y con cupo para 40 mil espectadores (hoy reducido a 36 mil). Ese es el espacio que diversas versiones consideran como escenario. Dada su capacidad, habría sido razonable que lo fuera. Pero aquí jamás se había hecho nada así.
Y el rock se hizo cultura
Por lo demás, ¿qué interés habrían tenido Los Beatles por presentarse en México?
Mientras que en Estados Unidos había un público joven, adinerado y en una clara línea de proyección e identificación con los músicos británicos, en México la barrera idiomática se imponía por sí sola. Y si en el plano socioeconómico pronto se había hecho evidente que Los Beatles eran una suerte de anfitriones de una inmensa fiesta para celebrar el renacimiento del país y de Europa después de la segunda guerra y la promesa de un futuro próspero y más justo, en México el horizonte promisorio se reducía a ser un país con una economía estable, “en vías de desarrollo”, y con un creciente anhelo de democracia. Ni la condición económica y social de los jóvenes mexicanos se acercaba a la de los jóvenes europeos, ni los hábitos de unos y otros podían asimilarse.
No obstante, es un hecho que el rock produjo una poderosísima corriente de identificación entre los jóvenes de muchos países del mundo y que por encima de su comercialización se transformó en un proceso, una influencia determinante, una auténtica forma cultural internacional. La idea de que Los Beatles planeaban dar un concierto en México es una invención que busca hacernos sentir partícipes cercanos de esa forma.
Hay muchas razones por las que podemos continuar escuchándolos horas y años y seguir esperándolos –en su compañía.
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