Eduardo Fajardo, cineasta jalisciense, radicado en San Mateo Atenco, en el Estado de México, siguió su pasión en medio de la incertidumbre que generó la pandemia por Covid-19, realizando un documental de la situación de los músicos en este contexto, el cual se estrenó en la Cineteca Nacional y que resultó una lección de vida para el director.
Eduardo Fajardo, cineasta jalisciense, radicado en San Mateo Atenco
A los 10 años, el joven Edgar se sumergió en un mundo de cámaras y luces cada vez que acompañaba a su padre, un técnico de televisión, a los foros de grabación. Mientras otros niños jugaban en el patio, él observaba con fascinación el montaje de escenas y el ir y venir de cables y cámaras. Fue en esos espacios donde comenzó, casi de manera involuntaria, a comprender la complejidad del mundo detrás de la pantalla.
“Nací en un pueblo chiquito en Jalisco, pero mis papás son de la Ciudad de México y terminamos allá. Mi papá trabajó mucho tiempo en Televisa y hacía programas de tele y publicidad, entre muchas cosas más.
“Como mi mamá y papá no tenían tiempo me encargaban en los programas de televisión, porque mi papá conocía a muchos directores, entonces toda la vida estuve viendo cómo hacían tele y toda la vida me gustó. Ahí la vida me fue llevando y comencé a conocer e involucrarme en la edición del audio”, apuntó.
Luces
Sin embargo, no fue el cine lo que inicialmente despertaba su pasión. La música era su verdadera vocación. Durante años, Edgar se dedicó a tocar en pequeñas bandas locales, persiguiendo un sueño que parecía llevarlo por un camino distinto. Pero la vida le tenía otras sorpresas. La necesidad de estabilidad económica lo llevó a buscar trabajo en una agencia publicitaria, un entorno que, si bien al principio lo alejaba de la música, lo empujaba hacia una nueva aventura: los documentales de naturaleza.
“Me empecé a involucrar mucho también en la música, tengo dos grupos que tocan en Dënver, siempre por hobby, hasta que mi papá me dijo que ya dejara la música, pues él tenía una agencia y comencé a vender publicidad, hacíamos comerciales, programas y documentales de naturaleza.
“Todo fue a través del conocimiento empírico, lo que sí me puse a estudiar fue de edición porque, en ese entonces, era algo carísimo que alguien te editara. Adobe sacó como una pequeña escuela donde te enseñaban un poquito de producción y edición”, comentó Fajardo.
Al inicio, el mundo documental le resultaba ajeno y, en muchos sentidos, desalentador. Los veía como trabajos monótonos y encargos sin alma que realizaba más por compromiso que por pasión. Pero poco a poco, con el tiempo y la libertad creativa que fue ganando, su perspectiva comenzó a transformarse. Descubrió que los documentales podían ser una herramienta poderosa para contar historias que merecían ser escuchadas, y esa chispa creativa lo encendió de nuevo.
“El documental es aburrido y yo creo que ese es el problema que tiene, aunque son interesantes, ya los empiezas a ver de grande. Había que hacer material audiovisual de media hora que hablara de las ventajas de Costa Rica sin que pareciera infomercial y después comenzamos a hacer documentales del destino.
“No me gustaba porque tampoco había mucha libertad, ellos te mandaban los guiones y era gente mayor que yo, que todavía les tenía miedo a muchas palabras, era muy ortodoxo, lo veía como trabajo y ya, poco a poco lo fuimos cambiando”, comentó.
Cámara
La televisión, por otro lado, le había otorgado una formación sólida y técnica. Fajardo aprendió la importancia del dinamismo, de captar la atención en cuestión de segundos. Eduardo siempre sintió que los formatos tradicionales eran tediosos, demasiado pausados. Así que apostó por una narrativa ágil, con cortes directos y rápidos que rompían el molde clásico.
“Hoy en día, las redes sociales utilizan el corte directo, lo que lo vuelve más rápido, más dinámico y entonces nosotros tratamos de hacer mucho ese corte directo, tratamos de darle mucha libertad a quienes participan con nosotros, en el sentido de donde quieren grabar, si es un panteón o donde sea.
“También, ponemos a las personas a interactuar para que entraran con otra actitud, con la confianza para poder hacer y decir todo lo que ellos quieran, más sueltos y con otra perspectiva”, mencionó.
Fue precisamente esta capacidad de adaptación lo que lo llevó a su obra más importante hasta la fecha: “Todo se está muriendo”, un documental que se estrenó en la Cineteca Nacional y que narra el abandono que sufrieron los músicos durante la pandemia. El proyecto nació de una llamada de la icónica Cecilia Viveros.
“Me habló Cecilia Viveros, del grupo Veneno Mix y me dice que estaba muy mala porque le había dado Covid y pensé – ¿por qué no hacer cosas que nunca hice y que verdaderamente me gustan? – La música siempre fue una pasión y lo reprimí mucho. Le dije que me esperara tantito, que fuera fuerte para hacerle un documental con todos los músicos.
“Empezamos a platicar y nos dimos cuenta de que en esa situación (de pandemia) el músico no estaba protegido. Los de la banda Transmetal tuvieron que vender su equipo y así muchos, se empezaron a hacer los conciertos online, pero la verdad es que no funcionaron”, compartió.
Eduardo recuerda con cariño como Rafael Rosales Durán, una figura respetada del cine mexicano se unió al proyecto aportando equipo y experiencia. Asimismo, involucró a varios íconos del rock mexicano, quienes dieron al documental una autenticidad única.
“El siguiente paso fue buscar al señor Rafael Rosales Durán, soy muy amigo de él y es una institución en el cine, todo el cine de ficheras prácticamente lo hizo él y era dueño de un canal, tenía cámaras y todo el equipo. Después buscamos la locación, en un lugar que se llama El Perro Loco; Fermín, que era el dueño, siempre ayudaba a todos.
“También hubo sus excepciones, como Alex Lora, que quería que le pagáramos 100 mil pesos por salir, lo que se me hizo incongruente porque planteamos que no teníamos presupuesto y el documental se dio con la ayuda de todos”, apuntó.
El rodaje en 2020, con todas las restricciones y protocolos, convirtió cada toma en una misión casi imposible. Las calles vacías y la incertidumbre del futuro estaban tan presentes en la producción como los propios músicos.
“Fue muy complicado, no fue fácil, porque no se podía grabar nada, me refiero a escenas de la vida. Estaba todo muy como en secreto y era cosa de militares, ni siquiera de policías, llegaban y te preguntaban qué estabas haciendo, hubo muchas tomas a escondidas, porque también si te veían en un lugar como el que grabamos reunido con gente llegaban patrullas.
“Los músicos tuvieron mucha disposición y al final se logró, lo más complicado fue que nadie tenía dinero por la pandemia, todos estábamos más apretados”, señaló.
Acción
El estreno de “Todo se está muriendo” estuvo lleno de sorpresas. En plena celebración, Toño Lira, reconocido por su trabajo en el rock mexicano, propuso echarse un “palomazo”. Sin embargo, terminó siendo un concierto completo. Aunque los organizadores de la Cineteca estaban satisfechos con el evento, dejaron en claro que era la primera y última vez que permitirían un concierto en sus instalaciones.
“Cuando fue la presentación recuerdo que estaba platicando con Toño Lira, todo normal, solo para invitarlo al estreno, me dijo que sí y que quería tocar. Habló con la Cineteca, dijeron que si solo era una guitarra estaba bien y que no anunciáramos que se iba a presentar Toño Lira porque el espacio no estaba adecuado.
“El día del estreno vi cómo iba llegando Toño con todo Lira N Roll, que son muchos músicos, en la Cineteca nos querían cancelar, al final nos dieron permiso, se dio el concierto y al final recuerdo que me dijeron que lo disfrutará mucho porque esa había sido la primera y única vez que se había permitido un concierto y exhibición de película”, recordó Fajardo.
TE SUGERIMOS: Nezahualcóyotl: Detienen a célula delictiva integrada por agentes de la FGR, FGJCDMX y de SSCCDMX
Lección de vida
Eduardo Fajardo dice que el proyecto le dejó la lección más valiosa de su vida: no dejar que el tiempo se escape haciendo cosas que no le apasionan. Hoy, con varios documentales en puerta, se encuentra más comprometido que nunca a seguir su propio ritmo, haciendo del cine su verdadera música.
“Me queda claro que no debí haber perdido mi tiempo en las cosas que no me gustaban, este documental me terminó dando esa lección, la más grande de mi vida. Sé que al final me funcionó para esto, pero creo que perdí mucho tiempo, aunque las cosas te llegan cuando te tienen que llegar, pero también es hacer lo que a uno le llena.
“No hay que perder el tiempo y dedicarlo a lo que te gusta, al final llega la recompensa. Ahora hay unos proyectos de hacer un documental de Black Shadow y como se hizo la lucha libre en México, también de los inicios de los tatuajes en las cárceles. Al final son cosas que se quedan para la gente que quiera verlo y tener la oportunidad de regresar al pasado”, concluyó Fajardo.
Sigue nuestro CANAL ¡La Jornada Estado de México está en WhatsApp! Únete y recibe la información más relevante del día en tu dispositivo móvil.