Todo mundo dice que su mamá es la mejor madre del mundo, pero ser hija de una madre como la mía no es algo sencillo.
Yo no nací de una de esas dulces mujeres que se quedan en su casita recargadas en el codo mirando por la ventana y esperando que el príncipe azul venga a rescatarlas o que les resuelvan la vida, -y que muchas veces terminan con los codos raspados de tanto esperar y el espíritu quebrado,- acepto que a veces hubiera deseado que mi madre se quedara en la casa o que preparara pasteles, o que plantara rosas, pero entonces, ¿quién habría hecho todo lo que ella hace?
Mi madre es, ha sido y será siempre una fuerza de la naturaleza como un terremoto o un vendaval, y estoy muy orgullosa de ser su hija, por todas las razones por las que las hijas amamos a nuestras madres y por muchas más…
Gloria Ramos es mi madre y es mucho más: enfrentó y le ganó la batalla a la muerte cuando a los siete años le diagnosticaron fiebre reumática, sin poder caminar durante más de un año, una pequeñita de apariencia frágil con espíritu inquebrantable.
TE RECOMENDAMOS: Del Mito del Hilo Rojo y “hasta que la muerte los separe”
Una tarde de junio a instancias de su hermanita Alba (un año menor que ella) salieron a dar pasitos al patio que daba a la avenida principal, la hermana menor que era un poco más alta la tomaba de las manitas y le daba apoyo hasta el otro lado de la calle, -la tarde estaba fresca y el aire olía a mangos y papaya,- cuando de repente al llegar al otro lado de la calle, la hermana le jugó una broma y le dijo:
“Ay no, ya no te ayudo, pesas mucho, te toca regresarte solita…” Primero el terror, luego un grito, un pasito, luego otro, otro y otro más hasta que volvió a caminar con toda la seguridad que hace que sus pasos dejen huella en donde se para.
Hija de Doña Cotita Estrada, mujer hermosa, fuerte e inteligente, insumisa y que siempre se dio a respetar, por eso MI MADRE fue amazona, valiente, e incansable.
De esa dinastía de mujeres poderosas, hoy honro mi linaje. Orgullosa estoy.
Gloria Ramos desde muy jovencita se convirtió en una profesional de la salud capaz. Fue supervisora y jefa de enfermeras, hasta que esa curiosidad innata la hizo buscar mucho más lejos, rompió su pecerita, ella necesitaba un océano, así llegó a la ciudad de México en donde obtuvo dos posgrados:
Uno en enseñanza y otro en administración, sin perder nunca la alegría ni el brillo de su mirada tan característica, esa que me hace creer en Dios y en que todas las mañanas son un nuevo comienzo. Obtuvo los mejores puestos disponibles para su área.
Ella mi mamá, la que cura raspones, la que limpia una lágrima, la que sabe poner un alto cuando es necesario, la que me enseñó que las mujeres somos fuertes y que “sólo la gente ociosa se deprime”.
La que todas las noches después de llegar de trabajar se daba el tiempo de revisar tareas, de contarnos su día, escucharnos, conocernos y después de eso arroparnos mientras nos contaba un cuento, pero nunca sin antes haber visto las noticias con Jacobo.
TE RECOMENDAMOS: De buscar sin ganas de encontrar
Ella me enseño que no existen límites, que esos están en mi mente, que no requiero de nadie para valorarme, y que el amor no está peleado con ser profesional, destacando en lo que me apasiona, que la sonrisa es la mejor medicina y que una llamada al día nos mantiene siempre unidas.
Siempre he sido una mujer fuerte y hasta dura, y sin embargo basta una palabra suya para que me derrita, y su sonrisa para que el día más nublado tenga sentido, una lágrima suya para que todo se derrumbe o se reconstruya.
Me hice cargo de mi destino desde los 17 años, decidiendo irme a conquistar mi mundo, con el mejor argumento:
“Mamá si confías en lo que formaste, no tienes nada temer…” Con la seguridad que la caracteriza, contestó:
“Hija ve y aduéñate de tus sueños…”
Espero algún día ser la mitad de buena madre que ella ha sido. Estoy consciente de mis carencias, yo no soy ni modosita, ni suavecita, ni tengo el besito que todo lo alivia, pero juro que hago mi mejor esfuerzo para que los Tres Mosqueteros sean los hombres que hagan que este dicho que reza:
“Para el hombre que tuvo una buena madre, son sagradas todas las mujeres,” sea algo cierto y que los defina, entonces podré contestar: “es que su madre fue educada por una Diosa…”
Este es un pequeño homenaje para que sepas que siempre estás en mi mente, en mis pensamientos y en mis acciones, esperando ser congruente, valiente y caminar con los valores que TÚ me has enseñado.
Te amo.
POR UN MUNDO DONDE NUESTRAS MADRES, SEAN.
Deja una respuesta