No. No es lo mismo. El hackeo que un grupo denominado Guacamaya realizó al Ejército mexicano para la difusión de secretos, algunos de ellos de seguridad nacional, tiene amplias diferencias, y muy marcadas, con lo ocurrido en el caso de Julian Assange.
En primer lugar, está la forma. Según lo ha reconocido el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, lo ocurrido al Ejército mexicano se trata de un hackeo, es decir, de un robo cibernético de información de los servidores de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Lo que pasó en el caso Wikileaks y Julian Assange no fue un hackeo, es decir, un robo. Se trató de la filtración de documentos por parte de un militar del gobierno estadounidense, Bradley Manning (hoy Chelsea Manning tras su cirugía de cambio de sexo) al medio digital.
En el caso mexicano se trata de la muy lamentable situación en que los sistemas de seguridad de la institución responsable, precisamente, de la seguridad nacional fallaron. Mientras que en el caso estadounidense se trató de lo que se considera un acto de traición y espionaje.
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Assange, reconocido por el Presidente mexicano por su actitud al publicar la información, es un periodista y activista político que hizo públicos en su portal los más de 700 mil documentos filtrados por un militar exponiendo a su propio gobierno.
Carlos Loret, es un periodista mexicano que mencionó solo una parte de lo que los 6 terabytes de documentos robados contienen. Una gran cantidad de datos que, hasta ahora solo confirma viejas sospechas y acciones obvias para una institución de este tipo.
Por ejemplo, se confirmó que el Presidente de México tiene problemas de salud y que ha sido atendido por médicos militares por enfermedades como la gota, un cateterismo y hasta afecciones cardiacas, algunas ya conocidas antes de asumir el cargo.
Ocultar los problemas de salud del Presidente de un Estado tiene su importancia porque un mal uso de la información puede generar pánico y afectar temas tan importantes como las inversiones u otros de igual relevancia. Lo hizo Calderón, lo hizo Perla y lo intentó AMLO.
Entonces ¿por qué tanto ruido en el caso de López Obrador? Pues básicamente porque el fundador de Morena hizo la promesa en campaña de hacer público su expediente, algo que hasta ahora no se había hecho y que técnicamente jamás pasó (exhibirlo no es hacer público).
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Pero eso no es lo relevante como tampoco lo es el espionaje a distintos grupos o sectores de la población, como las feministas o defensores de derechos humanos. No es algo nuevo. La seguridad nacional requiere de inteligencia y esta comienza con la obtención de información.
Eso sí. Siempre se ha criticado la forma en que se obtiene la información. Sedena no es la única. La Secretaría de Gobernación lo hacía a través del Cisen (hoy CNI) y, en muchas ocasiones, las tomas de decisiones se basaban en comparar la información de unos y otros.
Incluso, cuando recién se aprobó la primera versión de Ley de Transparencia que obligaba a todas las instancias del gobierno a brindar cualquier información que una dependencia tuviera sobre un ciudadano, algunos activistas y periodistas obtuvieron su expediente del Cisen.
Entonces, si el espionaje no es nuevo ni extraño ni una práctica exclusiva del Ejército, y si tampoco lo es que el Presidente se enferme y que haya pasado momentos graves de salud, ¿qué es lo relevante de este hackeo de Guacamaya?
Dos cosas. La primera, que un grupo de civiles pudo aprovechar una vulnerabilidad en los servidores de la Sedena que era conocida desde hace varios meses; es decir, una situación que pudo haberse evitado con una actualización o un parche que no se hizo.
Dicho en palabras claras: el desdén, la ignorancia o la desidia de quienes tienen en sus manos la seguridad nacional del país es lo que permitió que un grupo ajeno a la nación accediera a más de 400 mil correos con información sensible y delicada.
Pero lo más grave, es la declaración de Guacamaya de que encontraron códigos previos de alguien más que ha tenido acceso a esa información. ¿Quiénes? ¿De dónde? ¿Por qué? No se investigará lo que significa que, si la seguridad nacional no importa, menos todo lo demás.
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