Por Jesús Delgado Guerrero
A la memoria de Adriana Tavira, periodista excelente y mejor persona, con un abrazo solidario para sus familiares.
Si como afirma Albert Camus, la esencia del hombre rebelde no está encaminada a la destrucción, sino a la creación, “es profundamente positiva” y revela lo que en el ser humano hay siempre que defender, el teólogo y filósofo Hans Küng ocupa un espacio importante entre las figuras mundiales del pensamiento de la “transgresión permanente”.
Fue un pensador empeñado en reivindicar un orden humano y su plena dignidad, no sólo en el plano religioso, donde el cuestionamiento a la infalibilidad papal (“¿Infalible? Una pregunta”) llevó a la jerarquía del Vaticano a revocarle la “missio canonica” (licencia para enseñar teología), sino también en los ámbitos político y económico.
Prolífico escritor, muchas de sus propuestas en el plano religioso causaron “roncha” y son ampliamente conocidas (una nueva moral sexual, el aborto, la anticoncepción, etc.), esto además de su gusto por el mariachi mexicano (“sin duda, de “mariage”=boda, celebración nupcial en la que se combinan trompetas, violines y guitarras, lo español y lo mexicano, e incluso lo austriaco”, dice en “Libertad conquistada”, memorias editorial Trotta, p. 203”).
Calificado de cismático y hasta de cizañoso, perito y compañero de Joseph Ratzinger (después, Benedicto XVI) durante el Concilio Vaticano II, este pensador, nacido en Suiza, murió el pasado martes a los 93 años de edad.
(Ayer en la página del “Vatican News”, el presidente emérito del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, el cardenal Walter Jasper -quien fue asistente de Küng en la Universidad de Tubinga- lo definió en breves líneas: “Küng no era sólo una voz critica con la iglesia o un rebelde. Era una persona que deseaba renovar la Iglesia y llevar a cabo su reforma”. Y lo reconoció como el hombre que dio el primer paso en la necesidad del diálogo ecuménico).
Su obra en términos de religión es enorme, pero también sus textos sobre política y economía donde, para no desentonar, son, además de eruditos y altamente ilustrativos, abiertamente revolucionarios.
¿A quién se le ocurre, por ejemplo, reflexionar sobre moralidad en economía en un mundo gobernado justo por la inmoralidad del capitalismo, igual sobre el rebasado Estado de Bienestar, pues tanto en uno como en otro el ser humano es cosificado hasta la degradación?
Proponer una “Ética mundial para la economía y la política”, y “Una economía decente en la era de la globalización” (títulos de dos de sus obras) podrían parecer simples ilusiones, sin embargo son más realistas que la necesidad de modificar los sistemas de manera radical.
Cuestiona y censura la justificación (in) moral del “lucro a cualquier costo” y el coste de la economía de mercado, es decir, el perjuicio o sacrificio humano que implica una doctrina económica como la vigente, que pontifica la irracionalidad del “homo oeconomicus”.
Hans Küng se puso a reflexionar sobre todo esto desde finales de la década de los años 80, justo cuando el Neoliberalismo -o capitalismo de mercado- comenzó a expandir su evangelio depredador.
Sus obras económicas seguramente forman parte del “Index librorum prohibitorum” de Wall Street, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y otros “templos” donde no se permiten textos “perniciosos para la fe neoliberal”.
Pero ahí están desde hace tiempo, aportando decisivamente a la rebelión contra el status quo y, lo mejor, exhortando al diálogo, a la democratización de espacios deliberadamente cerrados, en este caso por el conservadurismo de falsos sacerdotes y sus “imposturas técnicas”.
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