En Ciudad Nezahualcóyotl, él no pasa desapercibido, a cada momento su pulgar arriba acompaña una sonrisa para sus admiradores, es un hijo pródigo de la tierra del Coyote en Ayuno y uno de los tres mexiquenses inscritos en el Salón de la Fama del Box, junto con Salvador Sánchez y Pipino Cuevas.
Las enseñanzas de su padre, los viajes en “chimeco”, las calles sin pavimentar y el mercado donde nació la idea de ser campeón del mundo, son algunos de los recuerdos más arraigados en la memoria de Humberto “La Chiquita” González.
Sentado afuera de uno de sus múltiples negocios, el cuatro veces campeón del mundo en la división de los pesos ‘minimosca‘, platica que, aunque el camino hacia el éxito no fue nada fácil, siempre tuvo el apoyo de su familia, especialmente de su padre, Don Isaías González quien emigró en la década de los sesenta de Temascaltepec hacia el Valle de México para buscar mejores oportunidades.
Una vez asentados, Don Isaías abrió una carnicería en el mercado Revolución de la colonia Metropolitana y ahí echó raíces.
La historia y origen de Humberto “La Chiquita” Gonzáles
Humberto nació el 25 de marzo de 1966 en un hospital de beneficencia atendido por monjas, hecho que dio origen a una broma de otra gran figura del boxeo mexicano: el también mexiquense, Pipino Cuevas.
“Él es mi compadre y me cotorrea, porque dice que nací entre madrecitas por eso no crecí“, comenta divertido el tetracampeón.
Tenía nueve años cuando su papá, quien ya practicaba el box, lo llevó a entrenar por primera vez.
“Él fue el que me empezó a dar la pauta, a apoyarme y a iniciarme, empecé a entrenarme en un gimnasio de la colonia Romero Rubio; mi papá me apoyaba, y pues a mí me gustaba que me daban todo, yo ganaba torneos de Guantes de Oro, de Ases del Mañana, me daban mi uniforme, mis batas, mis medallas, me daban todo, pero el boxeo me gustó más cuando me empezaron a pagar“, relató.
Su gesto amable difumina las huellas en su rostro de las múltiples batallas que libró arriba del ring, mientras prosigue: “cuando mi papá ya no podía llevarme al gimnasio porque tenía muchas cosas que hacer y no le daba tiempo pensaba que tampoco iba a ir, pero no, al contrario, cuando mi papá preguntaba por mí, yo ya había regresado de entrenar, yo solito me iba a entrenar”.
¿Hubo alguna figura del box que admiraras y que te inspirara?
-“Todos los sábados veíamos el box en la noche con mi papá, y sí a Pipino Cuevas, a él lo veíamos y lo admirábamos”.
Y fue una tarde de fiesta en el mercado donde su padre tenía su carnicería, cuando decidió dedicarse al box. “Cada año hacían una fiesta de aniversario traían funciones de luchas, pero esa ocasión trajeron box y faltó un peleador que era de mi tamaño y mi peso, ese día me fueron a buscar a la carnicería, yo estaba en la parte de atrás y oí que le dijeron a mi papá: ¿oiga no querrá pelear tu hijo? porque faltó un peleador y yo salí y dije: ¡sí cómo no! Y ahí fue donde inicié”.
Poco después, el 4 de septiembre de 1984 llegó su etapa profesional. “Debuté en la televisión un sábado en una pelea a cuatro rounds, entonces la gente del barrio me vio y desde entonces se vendió más en la carnicería”.
Transcurrieron sólo dos años para que Humberto a quien presentaban en las funciones de box como “El Carnicerito de Neza” lograra su primer campeonato mundial, y a partir de ese momento el apoyo de su esposa Margarita, su familia y su representante fue crucial durante sus 11 años de carrera profesional, que terminó el 15 de junio de 1995, aunque su éxito trascendió al cierre de su faceta como atleta.
Hoy es un próspero empresario que además de conservar sus carnicerías para honrar sus orígenes, cuenta con salones de eventos sociales “Marbet” (acrónimo de Beto y Margarita), un casino y cinco sucursales de marquesitas (postre yucateco).
“Ahora hago fiestas, antes no iba a fiestas ahora voy a todas”.
“El negocio de las marquesitas se me ocurrió porque yo las conocí una vez que fui a pelear a Yucatán, además mi representante Rafael Mendoza era yucateco, y aunque me gustaban mucho, cuando iba a pelear nada más las veía, pero no las podía comer porque tenía que mantener mi peso, aunque después de la pelea, que le gané al yucateco, me comí mi marquesita, ahora es mi vicio, a cada sucursal que voy me como una, ya no voy a ser peso ‘minimosca’, sino peso mosca panteonera“, bromea mientras abre más los ojos, extiende los brazos y suelta una carcajada.
Otro de sus proyectos empresariales, lo comparte con el ídolo mexicano, siete veces campeón, Juan Manuel Márquez, ambos impulsan el talento mexicano a través de su promotora de boxeo.
Así, con el paso de los años el “Carnicerito de Neza” se convirtió en “El pequeño Gigante de Neza”, como le llamó Jimmy Lennox Junior en sus últimas peleas.
Hoy luce con orgullo un enorme anillo que lo acredita como integrante del International Boxing Hall of Fame, junto con los 18 boxeadores mexicanos considerados como los más importantes en la historia del deporte, desde Rubén Olivares “El Púas”, hasta Julio César Chávez, Guadalupe Pintor, Ricardo “Finito” López, Marco Antonio Barrera, Erick “El Terrible” Morales, y su socio, Juan Manuel Márquez, entre otros.
“Cada año nos invitan al salón de la fama en Nueva York, ahí he conocido a muchos grandes boxeadores como Mike Tyson, Miguel Coto y hasta Floyd Mayweather”, comparte orgulloso, mientras muestra una fotografía en la que se ve a “The Money” arreglándole el moño del frac.
¿Tienes alguna anécdota de tus visitas al Salón de la Fama?
-“Sí, una ocasión llegó Floyd Mayweather como con seis guardaespaldas enormes, pesos completos, que no dejan que nadie se le acerque, pero ese día me dijo: ‘yo te vi pelear, eres un cabrón, un hijo de puta muy bueno’ y él se acercó y me arregló el moño, cuando sus guaruras no dejaban que nadie se le acercara.
“Como siempre me habló en inglés, pregunté: ¿qué me dijo? Y me respondieron: ¡olvídate, te dijo que eres un cabrón!”.
Después se enteró que “The Money” vio una de sus peleas de campeonato mundial, cuando era apenas un adolescente, en una función en la que su tío Jeff Mayweather protagonizó la pelea preliminar.
Gracias a su carisma ha convivido con otras figuras como Mike Tyson, Evander Holyfield y el legendario promotor Donald King, quien incluso estuvo en su casa de Nezahualcóyotl en los años 90.
Hoy el prominente empresario Humberto González puede presumir no sólo sus cinturones y sus negocios, sino su vida familiar en la que incluyó a cuatro grandes del pugilismo mexicano, todos ellos campeones mundiales, al hacerlos padrinos de sus cuatro hijos.
Gilberto Román apadrinó a su hija Nancy, Pipino Cuevas a Humberto junior, Julio César Chávez a Alberto y Daniel Zaragoza a Marbet, sin duda una gran familia del box y ejemplo de la grandeza y humildad que podemos alcanzar los mexicanos nacidos en la cálida y amorosa cuna de barrio.
DB